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Casper

Fui al hospital como de costumbre para recibir la transfusión que me tocaba.

Saludé al personal y llegué a donde me atendería la enfermera o la doctora.

Sonreí al ver a la doctora Florencia, quien se acercaba a mí.

—hola, doctora. ¿Cómo amaneció?— noto que ella está seria y se me borra la sonrisa.

—no muy bien. Ya no te podemos seguir transfundiendo aquí.

—¿qué?— me asusto. — ¿por qué no? Necesito esas transfusiones o me muero.

—créeme que yo mejor que nadie lo sabe. Pero ya no apareces como nuestro paciente, es como si tu expediente hubiera desaparecido.

—no puede ser. ¿Qué haré ahora? No tengo dinero ni nadie más que quiera ayudarme.

—lo sé, Casper. Tengo que ayudarte.

—por favor, este es el único lugar que puedo cubrir con el seguro.

—lo sé. Por el momento te dejaré medicamentos para estimular a tu médula ósea y que produzcas nuevos eritrocitos.

—¿funcionará? Tengo miedo, estoy logrando muchas de las cosas que siempre deseé. No me quiero morir ahora— mis ojos se llenan de lágrimas y los de la doctora también.

—te juro que haré lo posible por ayudarte. Ven conmigo para que te lleves los medicamentos.

La sigo hasta su consultorio y ella me da lo necesario y una receta. Prometió que haría todo lo que estuviera en su mano por volver a integrarme al hospital.

Regresé muy triste pues en verdad me sentía mucho mejor y quería seguir haciendo lo que amaba.

A los tres días recibí una llamada de la doctora.

—dígame doctora— respondo sin ánimos.

—te consegui una clínica donde te pueden atender.

—esa es una muy buena noticia. ¿De cuánto estamos hablando?

—no te preocupes por eso, yo me haré cargo de todo para que no tengas que pagar nada.

—cómo cree, yo quiero saber todo lo que esto costará y buscar la manera de...

—Casper, tienes personas que te quieren. Ahora ve a la clínica a la que te voy a mandar la dirección por mensaje. Será temporal, ya encontré la manera de regresarte al hospital pero requiero de un tiempo.

—muchísimas gracias. Es usted un ángel en mi vida.

—es mi deber.

En cuanto termino de hablar con la doctora salgo corriendo a la clínica y ahí me atendió un doctor. Le agradecía a Dios y a la doctora por ayudarme pues cada vez me sentía peor.

El doctor me mencionó algo de una terapia de quelación para mejorar mi calidad de vida. Explicó todo con detalles pero la terapia era muy cara y no podía abusar de esa manera de la doctora.
Ella estaba enterada y me dijo que empezara mis sesiones.

Los Colores de Alissa y CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora