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Llegó la última semana de cardiología y estaba muy emocionada pero triste a la vez.
El doctor nos dejó salir más temprano de lo acostumbrado porque era nuestra despedida y el inicio de vacaciones de medio semestre.

Pasé a ver a Casper y él estaba metiendo sus cosas en una maleta pequeña.

—¿qué estás haciendo? — me asusto.

—me dieron de alta. En teoría estoy mejor a como vine.

—¿en serio? Me da gusto— le sonrío.

—a mí no— se sienta al lado de la maleta.

—¿por qué? Te vas a vivir la vida y disfrutar del mundo como siempre quisiste.

—ya sé, pero dejaré de verte y me iré a ese lugar donde solo estoy yo con mi soledad.

—seguimos siendo amigos aún fuera de estas cuatro paredes— tomo su mano. —te llevaré a tu casa.

—no, no— se levanta. —vivo muy lejos y no creo que te dejen ir hasta allá.

—traigo mi propio coche, yo puedo ir a donde sea. Anda, quiero conocer más de ti.

Él piensa un poco y después de negarlo una infinidad de veces, termina por aceptar y nos vamos a su casa.

Para mi sorpresa, él no vivía en una casa normal; su hogar era un remolque pintado de muchos colores y tenía muchísimos dibujos que le daban un toque hippie moderno.

—por eso no quería que vinieras. Está horrible— ríe avergonzado mientras bajo su maleta.

—¿horrible? Quisiera vivir aquí, es una pequeña parte de ti plasmada en tu hogar. Cualquier persona que pase por aquí piensa que eres un hippie que sabe dibujar muy bien.

Se ríe y abre la puerta. Entramos y todo tenía polvo, parecía que nadie más había entrado desde que él se fue.

—perdón por la suciedad. Al parecer mi madre ahora sí se olvidó de que tiene un hijo moribundo.

—hey, no hables así. Puedo ayudarte a limpiar.

—debes tener mucho que hacer, vete y yo limpio. Me siento mucho mejor.

—nada de eso. Ya estoy de vacaciones y no me quita nada el ayudarte.

Busco los utensilios de limpieza y comienzo con mi labor.

Él estaba fuera limpiando la fachada, cuando de repente escucho unas voces. Me asomo por la ventana para comprender lo que decían.

—hasta que te dejas ver— un chico palmea el hombro de Casper.

—qué sinvergüenzas son, bien que sabían que me estaba muriendo en el hospital.

—¿y cómo querías que te visitáramos si no sabíamos dónde estabas? — dice otro.

—¡Claro que lo sabían! El paramédico les dijo a dónde me llevarían.

—eso te pasó por fumar demasiado— otro que se veía más grande se burló y yo me preocupé demasiado.

—estoy enfermo desde que nací, idiota. Y gracias a hacerles caso fue que colapsé de esa manera. Casi me muero y a ustedes no les importó.

—oye, no somos tu mamá para cuidarte. Ya estás grandecito y sabes lo que haces. ¿Quiénes somos nosotros para ver por ti si ni a tu mamá le interesas?— todos se ríen.

—se suponía que eran mis amigos pero ahora me doy cuenta que nunca lo fueron. Lárguense, no quiero volver a verlos por aquí.

—está bien. Pero que no se te olvide quiénes somos. Es mejor que nos tengas de amigos que de enemigos y lo sabes— el mayor palmea su mejilla y los demás se echan a reír hasta que se retiran.

Me aparto de la ventana cuando veo que él se da la vuelta para entrar.

—¿qué fue eso?— le pregunto. —se nota tu presencia.

—son los idiotas que se hacían llamar mis amigos.

—Casper... Escuché que uno de ellos dijo que fumaste al momento de caer en crisis y llamar a la ambulancia. ¿Es cierto?

Él chasquea la lengua y se sienta viendo al piso.
—es verdad. Empecé a sentir punzadas en el pecho y falta de aire hasta que quedé inconsciente.

—¿habías fumado antes?

—te juro que no. Era la primera vez que fumaba y todo por querer encajar con esos buenos para nada. Fue un terrible error.

—¿estás seguro de que me estás diciendo la verdad? Porque es tu salud la que está en juego.

—completamente seguro. De pequeño había sufrido de dolores articulares pero el médico me dejaba vitaminas y nada más.

—está bien, te creo. Pero por favor ya no te juntes con esos chicos, no son buenas compañías.

—lo sé y prometo no hacerlo más.

Sonrío y terminamos de limpiar.

Cayó la tarde y la puesta de sol tomó unos tonos muy bonitos. Saqué mi celular y le tomé varias fotografías.

—¿te gustan las puestas de sol?— Casper se pone a mi lado.

—bastante. Quisiera llevarme uno de ellos para verlos toda la vida.

—da mucha paz. En lo personal, me inspira a pintar.

—¿piensas volver a la universidad?

—lo estoy pensando seriamente. Al fin y al cabo algún día me voy a morir y qué mejor que irme haciendo lo que me gusta.

—no digas eso, todavía hay cosas que hacer por ti.

—no lo creo. Pero mi ideal no cambia, es mejor irse haciendo lo que nos gusta que vivir atados a una vida frustrada.

—tienes toda la razón. Yo te apoyo en cualquier decisión que tomes.

—Gracias, Alissa— me da un abrazo y después se separa. —perdón, es que casi no recibo afecto— se burla.

—está bien, puedes abrazarme todo lo que quieras— vuelvo a abrazarlo y me separo. Sus ojos estaban fijos en los míos. El sol del atardecer iluminaba su rostro y sus ojos tomaban un brillo excepcional y diferente. Sus labios tomaron color y sus mejillas igual, era como si hubiera resucitado en vida.
Él acaricia mi mejilla y cierro los ojos. Siento su respiración chocar contra mi nariz y mi piel se pone chinita. Abro los ojos y él me seguía mirando. Entreabrí los labios y él acercó los suyos, decidido a besarme.
Estaba tardando demasiado, así que tomé sus mejillas y lo atraje a mí para finalmente besarlo. Deseaba que esto pasara desde que estaba en el hospital, me moría de ganas de saber a qué sabían sus labios.

Él correspondió al beso, me tomó de la cintura y yo enredé mis brazos por su cuello. Fue un beso profundo y lleno de sentimientos que ninguno de los dos quiso expresar.

Terminó el beso y él me mira apenado.

—¿quieres tomar algo? — pregunta mientras da varios pasos atrás.

—no, estoy bien— me rasco la cabeza. —creo que es hora de irme— caigo en cuenta de lo que ha pasado.

—claro, cuando quieras puedes visitarme. Ya sabes dónde encontrarme.

—por supuesto— le sonrío y me retiro.

Abro la puerta del auto, me siento y empiezo a recordar lo que pasó segundos atrás. Siento la sensación de sus labios en los míos, paso mis dedos por ellos y suspiro.

Deseaba volver y besarlo otra vez. Podría estar besándolo todo el tiempo sin cansarme, esta con él era mi lugar seguro y mi momento de paz.

Me estaba enamorando de Casper y no estaba haciendo nada para erradicar esos sentimientos.

Los Colores de Alissa y CasperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora