One Shot

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Gran palacio, reino de Jerusalén, 1185.

La fresca brisa del día agitaba los escritos y pergaminos posados en la delicada y bellamente tallada mesa, con cuidado Adara posó el pisapapeles marrón sobre los escritos impidiendo que se movieran o incluso volaran.

Se masajeó los párpados, cuyos ojos estaban resecos por el sobre esfuerzos, y levantó la mirada hacia el cielo y un gran celeste la recibió, con leves manchas naranjas oscuras en su fondo, vestigios de un pronto atardecer. Era sorprendente y gratamente bienvenida aquella brisa fresca, bastante inusual para el cálido y sofocante Jerusalén.

Sin moverse de su silla estiró su cuerpo y extremidades, algunos huesos tronaron y el placer le siguió. Un golpe de la puerta llamó.

— Mi señora - una voz se presentó.

— Adelante.

Un criado ingresó a la gran sala abierta en la que Adara yacía, junto con pergaminos y papeles sobre una bandeja.

— Mi señora, han llegado escritos y cartas para usted.

— Gracias. - ofreció antes de retirar los papeles. — Namin, necesito a Lady Constance. ¿Podrías hacerla llegar antes de la cena?

— Por supuesto, mi señora.

Con una reverencia, el joven árabe salió de la gran habitación cerrando las puertas tras de sí.

Constance era una de las principales médicos del palacio y una gran confidente de Adara, una mujer en sus 26 años que dedicaba su vida a la ciencia y medicina incomprendida.

Observo la jarra con agua y tomo de ella en una copa, las horas pasaron tan rápido revisando cartas y escritos que no había ni merendado algo desde el almuerzo.

Adara pensó sobre el clima fresco, tratando de evadir de su mente aquellos documentos frente a ella, pero esas cartas y escritos no se revisarán solos así que sin perder tiempo solo prosiguió con el deber.

Si alguien hace 3 años le hubiera dicho que terminaría viviendo un romance tan profundo y terminaría en sagrado matrimonio con nada más y nada menos que el mismo Rey de Jerusalén, se habría reído. En ese entonces se había resignado a cualquier vida marital y familiar, anteponiendo aquellos deseos por entregarse a la aventura de la ciencia y la alquimia, junto a Constance.

Antes de siquiera agarrar el papel entre sus dedos el sonido de la puerta golpeando le llegó.

— Voy a pasar. – La clara voz de Constance a travesó el umbral.

— Adelante.

Una mujer de complexión delgada ingresó a la habitación, con sus cabellos ondulados completamente alborotados y apenas domados por una coleta alta.

— Veo que ahora sí anuncias tu llegada. – Le expresó Adara, mientras observaba como aquella mujer con sus prendas arrugadas y con manchas de dudosa procedencia se acercaba a ella.

— Por supuesto que tengo que anunciarme, no quisiera volver a verte en situaciones comprometedoras con el rey. – expresaba, mientras agitaba sus manos de manera dramática. — Que Dios todo poderoso me libre de futuros escenarios similares...

— Solo tienes que anunciarte. – le replicó Adara.

— Si, si, lo que sea. – la mujer de cabellos oscuros posó una silla frente a Adara y se sentó, quedando a una distancia menor. — Ahora explícate, ¿debería preocuparme o enojarme con tu llamado?

Adara observó a Constance, sus ojos oscuros y almendrados, y la familiaridad con la que se desenvuelve frente a ella. Son pequeños detalles que demuestran como su relación no había cambiado, y aquello le traía mucha tranquilidad.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora