Capítulo 1

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Ascalon, Reino de Jerusalén. 1182.

El clima era completamente diferente.

Adara nunca había visto tanta arena y calor en su vida, comparado al frío de su pueblo en Francia, este desierto era increíble.

Bajaron de la embarcación junto con muchos pasajeros, entre ellos familias enteras, peregrinos y soldados cruzados.

Afortunadamente el viaje por el mar mediterráneo no fue tormentoso, fue un viaje un poco largo pero tranquilo.

Ambas mujeres llevaban consigo una bolsa bandolera de genero sobre ellas, allí llevaban lo poco de prendas que tenían, agua, frutos secos y carnes deshidratadas, tenían que establecerse pronto y hacer dinero para mantenerse.

El panorama se observaba variado, una gran cantidad de diversidad cultural, sin embargo, se hacía mucho más notoria la presencia masculina en el lugar, sobre todo de musulmanes.

Ambas mujeres procedieron a caminar hacia el interior de las murallas de Ascalon, apreciando las construcciones, edificios y casas con un mismo color tierra, allí había una gran cantidad de tránsito. En medio de ese lío Adara notó lo que parecía ser una tienda.

Adara tomó la mano de su amiga y la condujo hacia la tienda, pasando junto a los interminables puestos de mercaderes de la zona. Definitivamente aquel puerto era rico en lo que comercio respecta, observándose venta de todo tipo, desde las especias más raras hasta telas finas y libros antiguos.

Constance estaba fascinada con la vista. Adara mareada.

Ingresaron a la tienda y como Adara sospechó, resultó ser una especie de librería. Definitivamente no necesitaban libros, pero una tienda de libros claramente era un lugar cerrado, un lugar donde el polvo no debería entrar para dañar los libros, por ende, era un lugar donde no estarían expuestas.

A lo largo de los viajes que emprendieron ambas jóvenes, Adara fue la que notó patrones comunes, y es que siempre, en cada viaje, eran observadas. Quizá era el morbo de ver a dos mujeres jóvenes vagando solas por las ciudades o quizá era el querer aprovecharse de estas jóvenes, pero siempre eran observadas.

Adara era mucho más preocupada en ese sentido que Constance, siempre trataba de buscar refugio para ambas y comida para mantenerse sanas. Por el contrario, Constance era mucho menos preocupada por la situación, declarando importarle menos donde dormiría y buscando peleas la mayor parte del tiempo. Por supuesto, peleas que Adara tenía que solucionar para que evitaran ser encerradas o asesinadas por los mismos aldeanos.

El mundo fuera de casa era duro.

- ¿En que puedo ayudarte? – exclamó una mujer mayor en la tienda, su forma de expresarse y como hablaba bruscamente emanaba a que ella era la dueña del lugar.

Constance se paseó por el lugar, aunque si bien no era grande, tampoco era pequeño.

- Muy buenas... - comenzó hablando suave Adara. - ¿Sabe usted donde hay alojamiento? Mi amiga y yo...- fue tajantemente irrumpida por la mujer mayor frente a ella.

- No voy a aceptar nadie tras mi tienda, largo. – Adara sorprendida insistió.

- Pero...

- ¡Largo! – la señora comenzó elevando su voz.

Constance se acercó ante eso.

- ¿Qué carajos te sucede vieja? ¡¿Te falta marido que estas histérica?!

Ahí todo se fue al diablo.

La señora media coja fue a buscar un palo en un mueble y fue hacia las jóvenes, Adara las sacó de allí rápidamente.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora