Capítulo 8

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El ambiente estuvo tenso, los segundos pasaban y Adara solo podía tomar el té y apreciar la decoración del lugar, por otro lado, el rey estudiaba la flora del jardín frente a ellos, prefiriendo desviar la vista a favor del jardín por sobre la joven junto a él.

Era incómodo.

Baldwin no esperaba que el ambiente se tornara de esa manera, pues tras la confirmación y paso que la joven le había concedido, él esperaba que ella le respondiera como ya lo había hecho con anterioridad. Con risas, gracia o sonrisas cómplices.

Él lo odiaba.

Odiaba que la muerte fuera algo que ocasionara esto, que fuera motivo suficiente para detener el grato ambiente que ambos estaban llevando. Odiaba que la muerte fuera un tema tan triste de abordar y que fuese inevitable, pues siempre, quisiera o no, terminaba mostrándose en las charlas.

Para Baldwin la muerte no era un tema tan complejo, ya que desde que le diagnosticaron con lepra él siempre supo que no viviría mucho, las personas junto a él y la gente a su alrededor siempre se lo recordaban de una u otra manera, él lo sabía, él no viviría mucho. Debido a eso es que él lo tiene tan asemejado en su consciente, por lo que no es algo con lo que ya sufra, es un hecho y algo que ocurrirá pronto.

Él lo tenía tan naturalizado en su vida que jamás fue un tema de mayor importancia, la gente en su entorno también lo asimilaba, por lo que ver como alguien sufría incluso hoy por él era algo ajeno.

No había tenido que asimilar ese hecho hasta hoy, que un día no abriría jamás sus ojos para ver el cielo y el sol, su luna y sus estrellas.

Ver a sus hermanas, ver a su madre.

Ver a Adara.

Odiaba ser un leproso.

Odiaba su apariencia deformada y la máscara que lo cubrían, odiaba no poder comer junto a ella y odiaba no poder acercarse tanto como él deseaba.

Odiaba saber que jamás podría siquiera considerar cortejar a semejante bella dama.

Apenas era afortunado de lograr coquetear banalmente.

Observó de reojo a la joven a su lado, notó en esos bellos ojos jade una mirada afligida.

Y él lo había causado.

Más le dolía saber que era él el causante de aquel estado de ánimo en ella que el mismo había generado al hablar de su pronta muerte.

Y era fuerte aquello, pues solo llevaba un par de horas con la joven.

Él notó como las manos de la joven sostenían con fuerza la fina taza, fijándose como sus delicados dedos se teñían de un color rosa, aquello seguramente debido a la temperatura del té.

— El... ¿El té conserva aún su temperatura? - preguntó con leve ahogo en su voz el rey, en un intento por cambiar el tema.

Aquello no pasó desapercibido por la joven, notando la disnea que mostraba en la voz el rey.

Ella se dedicó entonces a observar más a Baldwin, y notó la postura levemente abatida así también sus hombros deprimidos y las falanges en sus manos extendiéndose y flexionando.

Se notaba nervioso, pero no era solo la postura, bastó mirar aquellos ojos color cielo para saber que el rey estaba agobiado.

Había algo que a él le hacía sentir agobio, y ella no sabía que era.

¿Fue mi falta de respuesta? pensó ella.

— Así es, su majestad, el té aún mantiene algo de su temperatura. - decidió responder ella a favor de aligerar el ambiente.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora