Capítulo 14, Juicio.

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Adara se da cuenta que el rey seguramente sabe los rumores sobre ella y se angustia.

Tiberias la lleva hacia un torreón ubicado en una de las alas más lejanas del palacio, allí él le explica en qué consistirá el juicio de mañana, le dice que es posible que quien dirija el juicio sea un noble que sea neutral, ella pregunta si es posible que el rey asista al juicio y él responde que baldwin ha tenido episodios de dolor en donde recibe intervención de los médicos por lo que es poco probable que asista al juicio, pero que sepa que piensa en ella siempre. Lo último dicho por el hombre le preocupa, la salud del rey siempre ha sido objeto de preocupación.

La noche transcurre y el amanecer llega, Adara se limpia apenas con trapos decentes y una criada que Tiberias mando a llamar ayuda a sanar las heridas causadas por Bolton, la piel raspada en su cuerpo y brazos, la terrible infección en la carne abierta de sus muñecas. Le dan ropa nueva, comida y más agua.

Cuando el sol está comenzando a salir Tiberias va por ella, en silencio ambos marchan hacia la sala donde se realizará el juicio. Ella se pregunta si asistirá mucha gente ese día, ella esperaba que no.

— Haré lo imposible por usted, señorita. - prometió él. — Soy la mano derecha del rey y quien tiene más poder sobre el reino después de su majestad.

Tiberias la miró con determinación y ella, con su mirada cansada, asintió con la cabeza, ella le creía.

De los grandes pilares del pasillo los rayos del amanecer iluminaban con frescura la estructura, y a lo lejos podían verse las enormes puertas que daban al salón de juicio. Al entrar Adara notó muchas cosas, la primera fue que había demasiada gente, el público mirando desde atrás y a los alrededores, frente a ella una silla central y otras más pequeñas. El lugar era tremendamente espacioso, contaba con muebles y asientos que rodeaba el centro de la sala, y frente al centro de la sala estaban los asientos donde el juez y sus asesores indicarán el veredicto.

Tiberias la llevó hasta el centro de la sala y ella tomó asiento en los muebles que se dispusieron para ella, en su posición la joven observó con cautela el lugar y notó como la sala se iba llenando de más audiencia, gente del pueblo y personas con finos trajes entraban y buscaban dónde ubicarse, Adara concluyó que una acusación de tal magnitud como lo era la brujería sin dudas sería objeto de polémica.

La joven con disimulo trató de buscar entre el público a su amiga Constance, sin embargo, por más esmero que colocaba en buscar no lograba encontrarla entre el tumulto de gente y aquello generaba sentimientos en conflicto, pues por un lado esperaba encontrarla entre el el gentío dando su apoyo, pero por otro lado se alegraba de que no estuviese en un lugar tan peligroso y expuesto.

Adara no sabía cómo sentirse.

Con cansancio miró los grandes y decorados asientos frente a ella, y se preguntó quién sería la persona que dictaminaría su destino, solo esperaba que fuese alguien razonable y no guiado por los impulsos.

Los susurros iban y venían, el tiempo transcurría y llegó un momento en que los guardias cerraron la puertas del tribunal impidiendo el ingreso de más personas, muy a lo lejos se escuchaban quejas del gentío.

Y de un momento a otro el tiempo se detuvo cuando se escuchó como las gruesas y viejas puertas junto a los asientos del Juez se abren, dos guardias empujaban la madera pesada y daban paso para que ingresaran un grupo de personas.

Entre algunos viejos hombres estaba él, cubierto de sus ropas blancas impecables y con su pétrea máscara plateada ese hombre caminaba hacia el estrado, y ella podía notar como el rey tenía ciertas dificultades para subir los peldaños de madera, también para sentarse en el gran mueble.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora