Capítulo 3

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- Veo que sus ojos disfrutan de la vista.

Adara escuchó tras de sí una suave voz, pero que con el sumo silencio de la sala la asustó igualmente. Volteó con rapidez tras de sí y notó la figura cerca de la entrada del umbral.

La joven esperaba muchas cosas del encuentro, esperaba ver la cara del rey malformada, esperaba quizá ver su rostro cubierto de vendas, quizá incluso verlo con una armadura o atuendos con mucha más presencia de autoridad.

No esperaba en absoluto ver un hombre cubierto de un atuendo completamente blanco junto con una máscara plateada en su rostro, no esperaba eso.

Quizá sea debido a que en Europa los monarcas acostumbran a usar prendas mucho más extravagantes, o bueno, eso se mostraba en los libros, sin embargo, el hombre frente a ella era completamente ajeno a eso.

Todo era blanco, un blanco puro, sus atuendos muy sueltos y holgados y la tela parecía ser ligera y fresca, de alguna manera la joven sentía paz de solo mirar eso. Esa presencia no le transmitía autoridad o miedo, más bien emana calma.

Sin embargo, su máscara era lo curioso, solo sus ojos se podían vislumbrar, y aunque se encontrasen a una distancia no muy cercana, pudo notar el profundo celeste de aquellos ojos.

También pudo notar la sorpresa en esos ojos color cielo.

El rey estaba sorprendido acerca de algo, y la joven no sabía el porqué.

Adara luego se percató de que habían pasado unos segundos en los que se había mantenido en la misma posición sin hablar, pero es que no sabía que decir, el hombre la pilló de sorpresa.

¡Di algo maldita sea!, se dijo internamente.

Luego recordó que era un rey, un monarca, el mismísimo rey de tierra santa. Así que comenzó con una reverencia.

- Su majestad. -saludó la joven, manteniendo la vista alejada del hombre, pues no sabía si mirar a un rey durante mucho tiempo era considerado una falta de respeto.

La cabeza le explotaría de tanto pensar en situaciones extremas.

- Por favor, no se moleste. – escuchó seguido de unos suaves pasos acercándose.

Algo que también le sorprendió a la joven fue la voz del rey, esperaba que fuese una voz autoritaria cargada de poder, una voz grave y fuerte, en cambio, dicha voz era suave y armónica, emanaba tranquilidad y calma, pero era muy atrayente.

La joven se enderezó entonces y notó como el rey se posicionó frente a ella, guió su mirada hacia arriba y quedó fascinada con aquellos ojos color cielo que ahora podía apreciar mucho mejor.

Adara notó algunas cosas, como el hecho de que el rey frente a ella era bastante alto, aquello no pudo vislumbrarlo antes debido a la distancia, pero ahora que estaba a solo unos pasos era notorio, el hombre frente a ella le llevaba con seguridad más de una cabeza, y Adara era una mujer bastante alta.

Otra cosa que pudo apreciar mejor fue la piel que rodeaba sus ojos, allí la joven pudo notar los vestigios de su enfermedad.

La piel que rodeaba sus ojos poseía algunas marcas violáceas y mostraba más textura, sin embargo, fue en su ojo derecho donde más presencia notaba, pues se veía el comienzo de lo que parecían ser llagas, así también como parte del párpado comenzaba a decaer lo que en consecuencia mostraba una mirada cansada.

También notó en dicho ojo una palidez que no se mostraba en el ojo izquierdo, y Adara se dio cuenta entonces que probablemente el rey estuviera desarrollando cataratas en su ojo derecho, era evidentemente más claro que el otro, pero no al punto de llegar a la ceguera, aún podía apreciarse el color celeste y sus dilatadas pupilas.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora