Capítulo 7

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Assim no tardó mucho en traer lo pedido, Adara observó cómo el criado del rey ingresaba con una gran bandeja con panecillos, frutas fáciles de comer y una jarra con té en conjunto con solo una taza.

Aquello le pareció extraño a ella.

El árabe de rostro severo se acercó hacia la mesa en donde ambos jóvenes se encontraban y depositó con cuidado la bandeja, distribuyendo los alimentos y sirviendo el té a la joven.

Sin embargo, ella notó como todos los platillos estaban colocados hacia ella, y no había taza o copa para el rey, así tampoco comida o plato cerca de él.

— ¿Su majestad, no comerá? - preguntó dudosa ella.

— Me temo que no podré acompañarla en la merienda. - ella frunció el ceño tras esa respuesta, encontrándose un poco confundida. — No se preocupe, estaré junto a usted mientras esté comiendo. - respondió él.

Ella con un poco de duda se dedicó a tomar el té, no sabía si realmente podía comer frente al rey sin que éste comiera también.

Baldwin apoyó su mentón en el dorso de su mano, descansando su cabeza y apreciando el cómo la joven a su lado disfrutaba del té, parecía ser un té de hierbas claras.

Él notó que ella lo disfrutaba mientras la bebía.

— ¿Por qué no quiere merendar de estas exquisitas comidas, su majestad? - preguntó ella, sin aguantar la duda.

— Por supuesto que quiero dama mía, sin embargo, mi enfermedad me lo impide. - explicó él con calma, notando como el rostro de la joven se mostraba afligido. — Además ya he comido, no poseo apetito en estos momentos. - agregó.

— ¿Es por su enfermedad, su majestad?

El joven rey notó como la mujer frente a ella mostraba una expresión desazonada, sus cejas fruncidas y sus labios con una apenas notoria mueca, él pudo percibir cómo la joven estaba intranquila debido a este tema, notaba como ella buscaba abordar el asunto de su enfermedad pese a la incomodidad.

— Ha usted acertado, me temo. - afirmó él, mientras se enderezaba desde su asiento. — Debido a mi enfermedad es que no puedo merendar junto a usted, por más que lo anhelara.

— ¿Teme contagiarme?

— Dios se apiade de mi alma de solo pensar en aquella posibilidad. - aquellos ojos color cielo expresaron seriedad y dolor, pues el solo pensar en aquella posibilidad generaba en él sentimientos de ahogo y angustia en su pecho. — No podría vivir conmigo mismo si he de arriesgarla, dama mía.

— ¿Arriesgarme?

Él liberó un suspiro, mientras se reclinaba en su silla.

— ¿Sabe que ocurre con aquellos que padecen de la Lepra? - ella asintió con un movimiento de la cabeza. — ¿Qué sucede con estas personas?

— ¿Su majestad? - preguntó ella confundida, pues no entendía la pregunta retórica que él le estaba entregando.

— Por favor responda, dama mía.

Ella soltó un suspiro, intercalando su mirada entre los jardines y los intensos ojos color cielo del rey que parecían cada vez más brillantes a medida que más los observaba, prefiriendo distraerse con la belleza del jardín.

— Quienes padecen de la Lepra deben aislarse. - comenzó diciendo ella. — No permanecer junto a la gente sana.

— ¿Qué más? - insistió él.

— No tocar... - ella se detuvo, dándose cuenta de lo que estaba respondiendo.

— Todo aquello que ha mencionado ya lo he hecho con usted, hemos permanecido juntos y la he tocado, aquellos serían crímenes que sin dudas deberían tener castigo. - respondió él con calma. — Pero soy un rey, mucho de esta enfermedad que tanto me atormenta se ha exonerado debido a mi cargo.

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora