2. Una última vez

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DAREK

Sonrío al comprobar el poder que tengo sobre ella. Me encantan los humanos, son felices con muy poco. Visto mi cuerpo y salgo de mi apartamento sin saber a dónde voy. No pensaba salir pero basta con que alguien espere algo de mí para que ya no me apetezca hacerlo.

La calle está desierta y no se oye casi nada. Veo en los edificios algunas ventanas con la luz encendida. Son las dos de la madrugada, lo normal es que las personas duerman a estas horas, pero hay algunos que disfrutan la noche. Artistas, escritores, soñadores de los buenos, de los que no necesitan dormir para ello. El mundo ha cambiado en muchos aspectos pero los nocturnos siguen siendo un punto aparte entre los humanos, son otra clase, otras mentes. Un puñado de personas diferentes a las demás, más avanzados intelectualmente, más capaces de ver lo que la mayoría no puede ni imaginar. Por la noche el mundo es otro  y sus habitantes también.

Paseo con las manos en los bolsillos imaginando quién puede vivir en cada ventana. El del segundo piso del edificio de ladrillo debe ser un artista, la luz amarillenta y los dibujos a lápiz en la pared; quizá un adolescente o un cuarentón frustrado que nunca ha seguido su sueño. Veo iluminada con luz tenue la ventana de una planta baja en el lateral del mismo edificio. Me acerco sigilosamente pensando en las posibilidades. A través de la cortina blanca puedo adivinar una estantería llena de libros y un escritorio. En la silla veo apoyados unos pies pequeños con calcetines de piñas y fresas. Sigo el recorrido de las piernas convencido de que voy a encontrar una joven lectora devorando un... ¿eBook? 

Giro sobre mis talones decepcionado por el atraso que ha sufrido la raza humana en muchos aspectos. Esa chica no puede estar disfrutando la historia, no tiene páginas que pasar ni la posibilidad de apuntar a lápiz pensamientos o doblar las esquinas de sus capítulos favoritos. Vuelvo a la avenida y nada más girar alguien aterriza delante de mí.

- Pensaba que no salías entre semana. Pobre chica humana, eres el diablo.

- Casi pero no - rodeo a Avi con la intención de seguir andando -. No debería depender de mí, así aprenderá.

Empieza a caminar a mi lado y sonríe. Me doy cuenta de lo impresionante que está, esta noche no tiene intención de perder el tiempo. Va enfundada en un vestido de tubo negro y unos tacones a juego. Lleva su rebelde melena cobriza suelta y un maquillaje que resalta sus ojos y labios. Sabe cómo conseguir lo que quiere de forma fácil y rápida.

- Pobre del que se cruce contigo. ¿A cuántos ingenuos humanos piensas apresar esta noche?

- Voy a por el tercero - sonríe orgullosa -. Lo raro es lo tranquilo que estás tú últimamente. Nunca dejas que tus presas te quiten más tiempo del necesario y llevas con esta como dos semanas.

- Puede que sea la última, sólo quiero divertirme un poco.

- Podrás bajar para hacerlo cuando te apetezca igual que Nero. ¿Te has enterado de la bacanal del fin de semana?

- Sabes que no me interesa. Hago esto porque lo necesito, no quiero acabar con ningún humano por simple placer. Puedo saciarme con uno de los nuestros.

- Puedes pero sabes que no es lo mismo - el tema me pone tenso y Avi lo nota -. No hace falta pensar en ello aún, disfruta de la chica y haz lo que te apetezca, pero si realmente te importan los humanos, deja de torturarla. 

Y tal como apareció hace unos minutos, se va. ¿En serio ha conseguido hacerme sentir mal por mi humana en menos de cinco minutos? 

Mañana irá a una fiesta, quizá sea un buen momento para terminar con esto.

Sigo paseando un par de horas y vuelvo a mi piso sin haber dejado de pensar en ella ni un momento. Hacía décadas que ningún humano se resistía a mí en las alucinaciones y esta chica lo hace en todas; sólo por un momento pero lo suficiente como para tener que echarle una mirada dominante y poder seguir.

Me tumbo en la cama y cierro los ojos. Pienso en cuántos años me costó aprender a proyectarme ante mis presas. Lo difícil que fue controlar mi poder lo suficiente como para provocar al humano de forma física usando sólo mi mente. Ahora es tan sencillo como bostezar. Sin embargo, aún me cabrea no haber llegado a ser capaz de controlar el olfato. Domino todos mis sentidos y los de mi víctima, menos ese. Me pregunto cómo huele una mujer humana cuando se corre. 

Trato de relajarme y empiezo a trabajar.

Hurgo en su cabeza concentrándome en su sueño. Nada. Tiene la mente en blanco. Siento cómo me espera y sonrío complacido de nuevo ante la sensación de poder. 

Decido ser benevolente y me meto en su cama. Respira tan bajito que apenas se oye, el movimiento de su pecho es lo único que indica que sigue viva. Por ahora.

Me acerco a su cara y paso mis labios por la línea de su mandíbula hasta llegar a su cuello.  Lamo y me deleito en la suavidad de su piel bajando hasta la clavícula y la beso. Echo una mirada para ver si ha reaccionado. Efectivamente su ceño se ha empezado a fruncir y eso me incita a seguir. Agarro sus pechos, uno en cada mano y sigo dejando un rastro de saliva hasta su ombligo. Me vuelve loco que duerma sin ropa, es muy difícil encontrar una así. Bajo los brazos y paso mis manos por sus muslos, abriéndole las piernas para tener vía libre. Acerco mi nariz y rozo su clítoris con la punta, maldiciendo la falta de poder que me impide percibir olores y sabores en las alucinaciones. En este momento mataría por poder averiguar cómo sabe el pequeño charco que se está empezando a formar bajo sus nalgas. Me relamo los labios preparado para darle lo que quiere una última vez y hundo mi lengua en ella. Pega un respingo en intenta apartarse, sujeto su cintura con mis manos y, sin despegar la boca de su vagina, le lanzó la mirada que necesita para dejarse llevar. Me atrapa entre sus piernas y me coge del pelo en respuesta. Intento darle el mejor sueño que ha tenido en su vida ya que, aunque ella no lo sepa, será el último.


EL AROMA DE LOS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora