3: ¿Y si me dejo llevar?

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CORA

Me cuesta un par de minutos acostumbrarme al volumen de la música. Los graves parecen golpes directos desde dentro de mi cabeza y tengo que gritar para poder hablar a mis amigos.
- ¡Vamos a la barra!
Señalo el lateral del local donde se sirven las bebidas y simulo llevarme un vaso invisible a la boca. En respuesta, Zoe hace el mismo gesto pero cogiendo un vasito imaginario mucho más pequeño con el índice y el pulgar. Pedimos al barman cuatro chupitos de Jagger y después nos sirve un cubata a cada uno. Esta noche he venido a dejarme llevar, así que pienso beber todo lo que me apetezca.
Mis oídos ya se han acostumbrado al sonido infernal de la música de discoteca a todo trapo pero a mis ojos les cuesta un poco más aclimatarse a la oscuridad y las luces de neón. Lagrimeo y rezo porque no se me corra el maquillaje; no es que lleve mucho pero basta con llorar un poco para que la máscara de pestañas me convierta en un mapache. Pestañeo varias veces y me uno a mis amigos en la pista de baile.
Dos cubatas y tres chupitos más tarde, me encuentro en una nube de colores. Alrededor se han mezclado el rosa, turquesa y amarillo de neón y parecen láseres envolviéndome e incitándome a bailar más. Levanto mis brazos, salto, grito y dejo que mi pelo se enrede y me haga parecer una leona. Nunca me he sentido tan sexy: con un vestido granate bastante corto y la vergüenza olvidada en casa. Siento cómo alguien se acerca a mi espalda y sigue el ritmo de la música conmigo, rozando suavemente mi cintura con sus manos. Apoyo mi espalda en su pecho y levanto una mano para deslizar mis dedos entre su pelo. Cuando le miro por encima de mi hombro descubro un rubio guapísimo sonriéndome. Me guiña un ojo y le respondo con una mirada pícara. Me giro sin despegarme de su cuerpo y apoyo mis brazos en sus hombros. Él cubre gran parte de mi espalda con una mano y lleva la otra a mi nuca, me acerca más a su cara. No es mi primer beso pero sí hace mucho que no lo hago y de repente me siento algo insegura. Él toma por completo las riendas y roza con su lengua mi comisura. Al ver que no me aparto, lame mi labio inferior y despierta un cosquilleo en mi bajo vientre. Esto me da la confianza que necesito y planto mi boca en la suya. Enredamos nuestras lenguas. Lamo su paladar. Me clava suavemente sus dientes. Su mano ha llegado a mi culo en algún momento y noto en mi tripa el roce de su erección. Me pego más para sentirla y suelta un leve gruñido mientras lleva su boca al hueco bajo mi oreja. Me estremezco mientras devora mi cuello y todos mis sentidos se disparan y enloquecen. Huelo su colonia, seguro que se ha volcado medio bote antes de salir de casa. Paso mis manos por su espalda y su pelo, agarrándome de donde puedo mientras el placer invade mi cuerpo. En mi garganta aún noto el sabor afrutado de su lengua. Mis ojos están perdidos entre los láseres y el humo de la pista, no consigo enfocar nada. La música es un zumbido a lo lejos y siento que sólo podría escuchar mis pensamientos si fuera capaz de tenerlos.

Te estás portando muy mal, diablilla.

Me aparto casi de un salto y miro a mi alrededor, intentando reconocer las caras cercanas. El corazón me iba deprisa hace unos segundos, pero ahora siento que se me va a salir del pecho. ¿Qué cojones ha sido eso?
El chico rubio me mira extrañado, se acerca y me dice algo en inglés. No me siento capaz de entender el castellano, lo lleva claro si cree que puedo seguirle ahora mismo en otro idioma.

Necesito aire.

Junto las palmas de las manos haciendo el gesto universal de pedir perdón y pierdo de vista al rubio buenorro. Ahora mismo mis pulmones están pidiendo auxilio y mi cabeza necesita volver a la realidad.
Salgo a la calle y la brisa fresca de la noche me golpea la cara. Qué gustazo. Me apoyo en la pared a unos metros de la puerta y me quedo un rato respirando. Cierro los ojos para descansar la vista e intento tragar algo de saliva, tengo la garganta seca.
Me incorporo y estiro la espalda antes de volver hacia la puerta pero justo cuando empiezo a caminar, aparecen dos hombres bastante corpulentos que me cierran el paso.

- ¿Tan pronto quieres volver? - suelta el más alto apoyando una mano en la pared, justo al lado de mi cabeza - Seguro que el guiri ya está comiéndole la boca a otra.

Miro hacia otro lado e intento caminar en dirección contraria. El segundo, bajito pero más fuerte, no tarda en interrumpir de nuevo mi camino. Se acerca acorralandome contra el muro y en cuestión de segundos los dos cuerpos bloquean mi campo de visión. Abro la boca para gritar pero el alto me la tapa con su mano.

- No queremos hacerte más daño del necesario así que colabora y será más rápido.

Engancha mi pelo entre sus dedos y tira de mí hacia la vuelta de la esquina, que da a un callejón con contenedores. Me llevan detrás de estos y me suben el vestido casi hasta la cintura. El primero sigue tapando mi boca y ahora me aprisiona entre su pecho y su otra mano cogiendo mi teta con brusquedad. El otro se ha puesto de rodillas y me está lamiendo y mordiendo los muslos. Las lágrimas empiezan a salir con cada bocado que da en mi piel y esta vez me olvido por completo del maquillaje. Cada vez muerde más fuerte y noto cómo el dolor se apodera casi por completo de mis piernas. Noto en mi espalda lo duro que está el de detrás y siento cómo suelta mi pecho para llevarse la mano a los pantalones. Se desabrocha la bragueta y se baja el calzoncillo, sacando su miembro y pegandolo a mi cadera. No puedo moverme. No puedo gritar. Sólo puedo cerrar mis ojos encharcados y esperar que todo acabe rápido.

Escucho un golpe seco y pierdo el apoyo del hombre de detrás. Caigo de espaldas encima de él y me doy cuenta de que está inconsciente. El dolor punzante de las piernas ha cesado y, al mirar al frente, veo al bajito corriendo afuera del callejón. Me arrastro lejos del cuerpo que tengo debajo y camino a gatas unos metros. Me apoyo en una pared e intento levantarme mientras miro alrededor. No veo a nadie. Camino despacio y entre sollozos hacia la puerta del local, Pol guarda mi móvil en su bolsillo así que tengo que entrar a buscarle. Justo cuando llego a la puerta él abre y me ve.

- ¡¿Qué ha pasado?! - me observa y encuentra las marcas de mi pecho - ¿Quién te ha hecho esto?

- Quiero irme de aquí.

Mis piernas tiemblan y me falta el aire más que cuando salí a buscarlo. Es horrible la diferencia que hay entre que te toquen con consentimiento y sin él. Cómo las mismas acciones pueden hacerte sentir el placer más intenso y, en otro momento, el dolor más profundo. El rubio me había cogido del pelo, mordido y restregado su erección contra mí cuerpo, pero en ningún momento me he sentido tan sucia y humillada como en ese callejón. Pol se da cuenta de que mis piernas están a punto de fallarme y me coge en brazos. Aunque no es muy alto está muy en forma y puede llevarme sin problema hasta la parada de taxis dos calles más lejos.

Después de lo que parece una eternidad estamos entrando en su casa en silencio. En algún momento durante el trayecto he dejado de llorar y ahora siento más intenso el escozor de las heridas de mis piernas. Me siento en la cama y Pol me ayuda a quitarme el vestido y el sujetador. Limpia los puntos de sangre de mis muslos y me pone una pequeña toalla húmeda en el pecho. Aunque aún duele, me siento mucho mejor. Me deja un pantalón de chándal y una camiseta ancha, y me ayuda a meterme bajo las sábanas con todo el cuidado del mundo. Me acurruco de lado y noto una lágrima descender hasta la almohada. Pol me da un beso en la cabeza y se acuesta al otro lado.

Esta noche he vivido una de las pesadillas que más se repite en la realidad de muchas personas. Algún tipo de milagro ha evitado que fuera mucho peor. No sé a quién o a qué, pero doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón y me duermo sintiendo una mano que me acaricia la cara; por primera vez, no me asusto.

EL AROMA DE LOS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora