19. Pequeña huérfana

17 3 1
                                    

CORA

La oscuridad absoluta se disipa y percibo una luz pero no sé de dónde viene. Voy hacia ella, camino y me doy cuenta de que no hay muebles, esta no es mi habitación. Quiero alcanzar la luz. Ando por lo que parece un pasillo directo hacia mi objetivo. No hay nada a los lados ni detrás. Solo puedo avanzar hacia delante. Aligero el paso, camino muy rápido hasta casi correr pero no consigo llegar a esa bolita iluminada. No sé por qué pero la necesito, siento una falta en mi pecho que creo que sólo podré llenar con ella. Oh, luz, ¿por qué huyes de mí? La pena me invade pero no puedo llorar.

Las sirenas no tienen lágrimas, por eso sufren más.

La hipnótica voz con la que me dormí, grave y severa, susurra acariciando mi oreja una de las frases del cuento que no llegué a terminar. La luz se vuelve borrosa y ahogo un sollozo seco que me raspa el alma. Entiendo que no podré llegar a ella así que decido hablarle y pedirle que me espere. Parece un recuerdo, desagradable y no muy lejano, intentar abrir la boca y que mis labios no sean capaces de separarse. Me trago la saliva y las palabras que no puedo gritar.

La bruja le cortó la lengua a la sirenita: ahora era muda.

No soy capaz de alcanzar la luz y tampoco puedo pedir ayuda pero creo que puedo correr. Siento mi piel erizarse cuando mis piernas comienzan a avanzar, rápidas, torpes. Las plantas de mis pies descalzos se vuelven blandas y sensibles y noto cómo la oscuridad adopta una textura desagradable, como si todo mi alrededor estuviera formado por millones de diminutos cristales que, a cada contacto con el suelo, se me clavan y me hacen parar.

Sentirás cada paso que des como si pisaras un cuchillo que te hará sangrar.  

Sin poder evitarlo, caigo de rodillas con miedo de que mi cuerpo entero sienta los cortes y las punzadas pero, para mi sorpresa, una sensación húmeda y fresca invade todo mi cuerpo y me hace volar. Ya no hay suelo, solo un maravilloso espacio donde el viento me lleva de un lado a otro como si fuera la corriente del mar. En mi piel muere el tacto suave y agradable de algo que podría ser jabón, me regodeo en esa sensación que placa el escozor de las heridas que siento en las plantas de los pies. Sonrío y, por fin, puedo abrir la boca.

Cuando una sirena muere se convierte en espuma de mar.

La frescura húmeda se convierte en un frío incómodo. Bato mis brazos como si fueran alas e intento salir de esta especie de burbuja de aire que, me doy cuenta, me está robando el mío. No puedo respirar. Mis párpados ceden unos segundos y, cuando vuelvo a abrirlos, veo a papá y mamá. Abren sus brazos y vuelo lo más fuerte que puedo para fundirme en su abrazo, si ellos me envuelven, no me importa no poder respirar. Me quiero ir con ellos, estoy cerca. Cuando sólo me falta un último impulso para llegar, sus cuerpos se deshacen como la cera y vuelvo a estar sola. Vuelvo a sentir frío. Vuelvo a perder la vista.

El príncipe llamó a la sirenita "pequeña huérfana".

¿Por qué no consigo dormirme? Odio este limbo en el que me encuentro, este lugar inerte y confuso al que me ha traído mi cabeza, sin que yo quiera, a traición. Como si un ser superior oyera mis deseos, pierdo el conocimiento poco a poco. Mi cuerpo deja de sentir el frío y no vuelvo a ver nada. Sólo escucho un último susurro que me lleva de nuevo a la más negra y absoluta oscuridad.

Que los humanos no pueden vivir en el agua y que el príncipe sólo podría llegar muerto al Reino del Mar.

DAREK

Vuelo todo lo rápido que me permiten mis alas. En la tierra llueve, sólo está chispeando pero a la velocidad que voy, siento las gotas golpear violentamente mi piel. A pesar de que hay luna llena, está todo muy oscuro, una especie de niebla tapa la luz blanquecina y tiñe de negro toda a playa. Me esfuerzo por encontrar a Cora, doy gracias por la capacidad de mis ojos para ver igual de bien de día que de noche y sobrevuelo el mar hasta que encuentro varios círculos de ondas en el agua a varios metros. Bato mis alas más deprisa y me sumerjo en el agua como un misil pero, antes de llegar a hundir mi cuerpo entero, una fuerza me saca de golpe, de nuevo hacia la superficie. Lukas me empuja con su mano en mi cuello lanzándome contra las dunas. En cuanto me levanto me embiste de nuevo creando un agujero de varios metros entre la vegetación. Se dispone a hacer un tercer ataque pero le esquivo y choca contra el fondo del hoyo que ha hecho con mi cuerpo mientras, por su lado, salgo disparado hacia afuera. No me resulta difícil mover la suficiente tierra como para enterrarlo y, en cuanto lo hago, vuelvo al agua.

EL AROMA DE LOS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora