14|Confusión

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¿Qué era esto que estaba sintiendo? ¿Por qué besarla y hacerla mía ya no se sentía igual? ¿Por qué el contemplar sus ojos brillantes, sus mejillas sonrojadas, la forma en la que su cabello azabache se pegaba a su piel por el sudor o lo suave de sus gemidos me hacían estremecer? ¿Por  mi corazón latía así?

Ya no había sólo deseo y pasión en nuestros actos, había algo más que me confundía.

Nunca había sentido esto antes. Jamás ninguna mujer había provocado en mí dudas y miedo. Miedo a lo desconocido. Miedo a mis propios sentimientos.

—Félix—Marinette gimió, arqueando la espalda cuando llegó a su orgasmo.

Seguí embistiéndola, tratando de ignorar todos esos pensamientos en mi cabeza. Sólo me acerqué a ella para divertirme, entonces, ¿por qué ahora se había vuelto una preocupación? ¿Por qué se había convertido en una parte vital de mi día a día?

—Aaah, mierda...—gruñí sobre la piel de su cuello al correrme en el condón.

Me alejé lo suficiente para verla a los ojos. Sentía su aliento chocar con el mío a tal punto que me embriagaba y cuando se dibujó una hermosa sonrisa en sus labios supe que aquello a lo que me negaba era real.

Me aparté de ella como si su tacto me quemara, y en cierta forma lo hacía.

—¿Felix?—musitó.

—Ya me tengo que ir.—Me senté en una orilla de la cama.

Me quité el condón para tirarlo a la basura y empezar a vestirme. No quería verla, no quería oírla y no quería seguir sintiendo esto.

—Pero sigue lloviendo.—La escuché decir en tono triste. Joder, quería voltear y abrazarla. ¿Qué carajos sucedía conmigo?—Creí que te quedarías más tiempo y que veríamos la película que quisieras.

—Yo...—Terminé de ponerme la camisa. Suspiré.—Nos vemos el lunes, Marinette.

Un silencio tortuoso e incómodo nos rodeó. Pasaron unos minutos eternos en los que sentí mi cuerpo como si fuera de plomo y se negara a ponerse de pie para abandonarla.

—Esto ya se terminó, ¿cierto?—Volteé rápidamente a verla. Ya tenía su bata puesta y sus ojos estaban cubiertos de lágrimas. El corazón se me estrujó en el pecho.—Al final, era lo que buscabas.

—Marinette, no es eso. E-Es sólo que yo...

¿Podría decirlo? ¿Ella qué siente? ¿Y si sólo lo estoy sintiendo yo?

—Tranquilo—susurró abrazándose a ella misma.—Dijiste que te atraía y que veríamos a donde nos llevaba esto. Me lo dejaste claro desde el principio y yo acepté; es sólo que pensé que...—sacudió la cabeza a los lados, sonriendo.—Nada. Olvídalo.

No podía dejar de mirarla. No podía dejar de pensar en que lo que acabábamos de hacer ya no fue sólo sexo sino algo más porque, sus caricias y besos, al igual que los míos hacia ella, eran diferentes.

—Estoy confundido—dije sin siquiera pensarlo.—Nu-Nunca sentí esto antes y estoy aterrado, Marinette.

—¿Qué sientes?—Se acercó a mí despacio, con sus preciosos ojos azules rebalsando de lágrimas.

—Yo...creo que yo...—Apreté los puños sobre mis rodillas y sin dejar de mirarla fijamente a los ojos le dije lo que a ninguna mujer antes le había dicho.—Estoy enamorado de ti, Marinette.

Ella se quedó mirándome con los ojos bien abiertos y en total silencio. Estaba seguro que yo era el único que estaba empezando a sentir esta estupidez y ahora había arruinado esto. No hablo sólo del buen sexo, sino de la amistad que había forjado con ella. Porque aunque haya iniciado como una farsa, sí me gustaba hablar con Marinette y desahogarme sobre muchas cosas que no le podía decir a nadie sobre mi vida.

𝚁 𝚄 𝙼 𝙾 𝚁 𝚂 | Felinette AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora