~"La subasta de poder"~

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Así comenzó el torneo, por el supuesto amor de mi hermano, aunque la mayoría buscaba poder, se veía a leguas, pero Nereida no. Ella sí que lo amaba, yo lo sabía, lo veía, ella lo amaba y él a ella, no veía problema en que se casaran. La corona en ocasiones hacía estupideces, el amor era un valor olvidado, este era un mundo que basaba todo en el poder. Tras un tiempo y después de perder lo que tanto había anhelado, me había dado cuenta de que el poder no era tan importante, a pesar de que lucharía hasta conseguirlo.
Era de lo poco que me quedaba, además quería cambiar un poco las cosas, un mundo mejor para todos, para mi pequeño Zagreo, para Nesha e incluso para Mizra también, lo quería para todos en realidad.
Cada concursante y su dama de compañía, dormían en la misma habitación , entre pruebas preparándose o distrayéndose entre tiempos.
Sundel y yo, no nos conocíamos, en un principio llegué a pensar que me volvía a meter en otro embrollo, no quería más problemas con eso. Nesha y Mizra habían sido más que suficientes, ya había hecho mucho daño. Pero me dí cuenta de que en realidad no era nada similar. Me había elegido por que la estaba mirando, y creyó que quería que me escogiese.
Me pareció algo realmente extraño, pero yo no era quien para hablar de eso, tampoco es que yo fuera muy “convencional”.
La primera prueba, parecía sencilla, una mesa con comida y tinajas de vino. Era una prueba de compostura, nos sentamos y comenzamos a dialogar con todas. Dudé en que escoger, pero finalmente me serví unas cuantas verduras, carne y poco más. También un poco de vino, Sundel copiaba mis movimientos sin dudarlo, a pesar de que le dijera que se sirviera lo que prefiriera. Al cabo de un tiempo comencé a sentir un dolor punzante en la tripa, Sundel igual, traté de convencerla de que aguantara. Pero salió disparada hacia la salida.
Entonces recordé, Zagreo. Temí por su vida, este veneno, lo va a dañar, así que grité desesperada a mi familia, que se encontraba sentada delante.
-¿! Hay algún antídoto?¡ ¡No puede pasarle nada!- grité con la mano en mi vientre
Daemon me miró apenado,
-Corre- dijo
Salí de la sala como si no hubiera un mañana, el veneno concluyó su efecto, tras unos vómitos y en un par de visitas a las letrinas. El dolor cesó, y regresamos a nuestros aposentos. Donde Sundel tras señalar con su sombrilla al horizonte que se vislumbraba por la ventana y comenzó a desvestirse metiéndose en la cama en un abrir y cerrar de ojos.
Confundida le pregunté
- ¿Ya te vas a dormir?-
-Sí, el sol está por debajo de mi sombrilla- contestó tranquilamente
-Oh, entiendo- dije sin entender absolutamente nada, era bastante extraño cómo se comportaba. Así que pasé un tiempo vagando por la habitación acechante del día siguiente y de salir de ahí por fin. Finalmente me metí en la cama y dormí.
Así prueba tras prueba todas con una complicación añadida, Las bañeras ardientes y gélidas, que Sundel ganó. La de “cocinar” que en realidad se convirtió en comer frente a los dragones, Dahlia la superó sin inconvenientes.  El discurso que tuvimos que dar las carabinas, en la que Orquídea fue la ganadora por segunda vez, gracias a las inspiradoras palabras de Leona. Finalmente, las carrozas, donde cada concursante con vestidos majestuosos desfilaba ante el pueblo. Ellos elegirían a la reina, el pueblo.
Orquídea ganó el concurso, pero eso no fue lo más relevante de la estancia.
La segunda mañana, al despertar, Sundel salió disparada por la puerta, sin mirar atrás, sin duda alguna, aclarando que iba a dar su paseo matutino. Yo salí poco después, con intención de buscar a Mizra, lo que ví, desearía no haberlo visto, pero era tarde para rehuirlo.
Mizra estaba en el jardín y junto a ella Sémele Arryn, practicando con su halcón.
Una imagen ordinaria para cualquiera, un mundo para mí. Todo encajó, algo había cambiado, ahora sabía la verdad, las cartas, los tachones, las runas, el amor prohibido, siempre había sido ella. Se dió cuenta de nuestra relación gracias a mi estupido comentario, y desde entonces hizo nuestra comunicación imposible. Otra vez, la culpa, ese sentimiento recurrente que me perseguía y reconfortaba mi sufrimiento en cierta manera. El Halcón, las cartas, los códigos, ella, Sémele, su madre, mi enemiga. La odiaba, pero me odiaba más a mí.
Así lo supe, pero no valía de nada, esa información era inutil ahora, ya estaba todo perdido. Mi corazón era de Nesha, mis recuerdos de Mizra, solo quedaba eso, recuerdos. Tenía que dejarla y sabiendo esto más que nunca.
Por suerte no me dió mucho tiempo a pensar en eso, al volver encontré a Sundel con un pompón andante, blanco como la nieve, era un precioso conejo. Estaba bastante fuera de contexto, era su mascota, se llamaba Copito cuatro, los anteriores tres habían muerto. Sundel era peculiar, era algo que debía admitir, pero era lo que más me gustaba de ella, sus peculiaridades eran lo que la hacían única. Era mi amiga, me ayudó sin saberlo, su presencia hacía más ameno mi pesar, acallaba mis pensamientos.
Aun así, no había olvidado y cuando finalizó la subasta, le pedí a Sundel que distrajera a Sémele. Así conseguí hablar un segundo con Mizra, le dije que nos veríamos en el Hostal esa tarde. Poco a poco me preparaba, para el final de nuestra historia, nuestro amor, una pena que nunca fuimos ni seremos lo que pudimos ser, pero era mejor así, para las dos.

Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora