~Quemaduras~

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Pasaron unas lunas, estaba decidida, no estaba preparada pero era ahora o nunca, y no hacerlo no estaba entre las opciones. Esa noche lo haría, durante el día continué como era habitual, estuve con Nesha, visité a Vega. Y me compadecí de mi desgracia el resto de la jornada.

Cuando llegó el ocaso, fui a buscar a Zephir, mi dragón, había crecido mucho. Era imponente, entre los dragones resaltaba sus tonos morados y oscuros. Majestuoso, todo lo que podía buscar en un dragón, parecía creado a mi medida. Lo necesitaba, no podría hacerlo yo sola, así que lo llevé al desierto, cerca de la ciudad pero lo suficientemente alejado como para que no resaltara. Con una capa negra tapandome, para pasar desapercibida llegué a los suburbios. Traté de convencer a numerosas personas de que me acompañaran a ver un gran espectáculo. Totalmente secreto, no causó mucha sensación
Pude convencer a pocos, pero creí que serían suficientes, cinco prostitutas y cuatro borrachos, un grupo de músicos y un grupo de otros cinco hombres. Uno a uno, en tres viajes los fui persuadiendo, cuando llegaban, veían quién era y a mi majestuoso dragón, aterrorizados trataban de huir. Sin resultado alguno, ya que las feroces llamaradas de Zephir los alcanzaban y convertían en cenizas.
¿Veinte, suficientes almas para un alma tan pura y buena como la de Helio? Pensé que sí, creí que podría conseguirlo.
Usando el hechizo que llevaba semanas estudiando, con el cuerpo inerte de mi difunto marido en medio de un círculo de fuego.
Todo parecía funcionar, ví como todas las almas entraban en el cadáver de Helio. Y cuando conmovida creí encontrar la solución, a parte de los terribles errores que había estado cometiendo, pude observar como todos mis anhelos se convertían en cenizas.

El círculo comenzó a arder atrapandome en un incendio fulguroso,ardiendo mis esperanzas, arrebatando todos los anhelos de mi alma.
Lágrimas de incredulidad, caían por mi rostro, devastada caía al suelo sin fuerzas, tratando de sacar la figura del sublime hombre que se preocupó por mí, que me amó cuando no lo merecía.
Sentí la culpa atravesar mi pecho, mientras negaba con la cabeza mientras Zephir me rescataba de las llamas llevándome hacia el castillo. Me despedía de la oportunidad, de sincerarme y disculparme por todo lo que le había hecho. Así caía el peso sobre mis hombros, el dolor de ser la culpable de la muerte de la persona que más me había amado, era algo que no podía soportar.
Llegaba al castillo, realmente no tenía idea de que hacer, de donde ir, lo primero y único que pasó por mi mente fue Nesha. Pedirle ayuda, ella. Respiraba agitada, experimentando la pena del vacío que me estaba invadiendo los adentros. 
Así, con los ojos quebrados, el rostro humedecido, y dolorida por las quemaduras. Llamaba a su puerta, ella abría, con la mirada de sorpresa y su semblante asustado.
Se apresuraba a sujetarme, ayudándome a mantenerme en pie. Yo le pedía auxilio, como podía, sin especificar mucho, pero ella parecía dispuesta a apoyarme, fuera cual fuera el motivo. Era algo doloroso, y bonito a su vez, hubiera dado lo que fuera para no ser como era, por habernos conocido en otras circunstancias. Ella era la indicada, pero yo no lo era para ella, y el momento era el peor para ambas. Pero ahí estábamos, amándonos, la culpa era algo que me solía superar, y tendría que sincerarme. Le diría la verdad, le diría adiós, no era buena para ella, y lo último que quería era que le pasara algo.
Me sacó del castillo, y me llevó hacia un lugar, que yo conocía demasiado bien. Me llevó al Septo, yo quise pararla, volver ateniéndome a las consecuencias, pero ella me convenció, yo estaba débil para defender mis ideales, y ella me podría convencer para hacer cualquier cosa. Cuando entramos, el Apparat aceptó sanarme, aunque con los ojos vendados, nos tapó la vista, y me aferré a la mano de Nesha, ella calmaba mi dolor.

-Ardiente
“Llamaradas aladas,
arden por mi amado,
viuda en nuncias,
la melancolía he desposado.

Cenizas, cenizas que abandonan,
un corazón desolado,
las lágrimas lo adornan
ahora es muy delicado.

El pequeño Zagreo,
hijo del Sol,
un peligro oculto,
huérfano sin control.

Grandeza de los osados,
venganza del orgullo,
ideales quebrantados,
absurdo para el ocaso.

El silencio posee mis llantos
trato de no pensarle
Pero he tardado mucho
y no hay perdón para los inútiles.

Lagrimas de sangre,
lamentos de fuego,
forjan mi nuevo pueblo.”

-Lilith Targaryen-

Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora