~Corazón de dragón II~

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Las lágrimas que nublaban mi vista se precipitaban por mis mejillas, dejándome avistar el horizonte, un horizonte sin él a mi lado.
Mis lamentos comenzaban a esconderse, ocultando mi dolor, mi debilidad y aguardando mi venganza.
Mis lágrimas se habían agotado.
El silencio de nuestra alcoba vacía estremecía mis recuerdos.
El portazo de negación, la búsqueda de amparo, rogando por la compañía, esquivando la soledad y un profundo vacío que me invadía.

La pequeña Vega, aceptó mi compañía, dos almas en pena velando la muerte de un ser querido, un crimen que jamás sería compensado.
Fuimos a su habitación, me habló de él, de cómo unía a toda la familia y de lo mucho que lo quería. Sus palabras de amor sincero acrecentaban mi culpa y odio, un futuro incierto se intuía en mis pensamientos. Vega me ayudó, su dolor, mi dolor, la decisión que tuve que tomar.
No importaba el precio, devolvería a Helio a la vida, retornaría la luz de él a nuestra familia, le daría a Zagreo el padre que merecía.
Le diría la verdad, confesaría mis sentimientos, lo quería pero no de la misma forma que él me amaba a mi, él lo era todo, mas no podía ser mi amante.
Mi corazón le pertenecía a otra persona, latidos quebrados por no poder ser suyos, con la esperanza de vivir toda mi vida junto a él, si es que no me odiaba por mis actos egoístas.
Le diría toda la verdad, confesaría mis actos inmorales y asumiría las consecuencias.
Pero no iba a ser fácil, tendría que otorgarle mucha sangre al dios rojo para que me devolviera a mi Helio. Su alma tenía un gran valor.
Siempre era igual, cuanto más amaba a alguien peor final tenía, hacía daño a todo el que se preocupaba por mi, primero mi hermano acusado de traición y probablemente muerto en cuanto pisara desembarco.
Ahora Helio, asesinado por mi culpa, dio su vida por mi, mientras que yo lo usaba como un títere sin sentimientos, fui desconsiderada y egoísta.
No podía permitir que nadie más terminara así, Mizra no era la excepción, no podía arriesgarme a dañarla.

Los Martell se preparaban para repartir los bienes más preciados de Helio, su herencia, mientras yo seguía atrapada en el deseo de un Helio ilusionado, amoroso y el pequeño Zagreo, nuestra preciosa familia.

Destrozada traté de negarme a ir, pero terminé cediendo, me aseguraron que me ayudaría a despedirme. En el jardín del castillo con el cuerpo inanimado de Helio entre nosotros, comenzaron a repartir parte de sus bienes. Estaba distraída, a Louis le dieron la espada de llamas, la cual heredaría Zagreo cuando creciera.
-Lilith Martel-dijeron
Levanté la cabeza.
Helio había dejado algo para mí, un colgante y un poema.
El colgante era el sol rodeado por un dragón negro. Nosotros, mi sol y yo su dragona.

El poema:
"Tu corazón de dragón,
tan fuerte e imponente,
encendió mi pasión,
te quiere eternamente.

Pues tus llamaradas
alcanzan la fuerza solar.
Y mis palabras aladas
siempre te querrán recordar.

Eres la musa de mis incendios,
el alarido de mis esperanzas.
Cuando te vas solo dejas silencios,
sembrando desconfianzas.

En mi vacío tarareo.
Y mi corazón de mártir ,
cantando para Zagreo,
no quiere verte partir.

Lilith pues eres tu,
la que llena mi vacío,
libras mi esclavitud,
como dulce rocío .

Escribiendo esta poesía,
acabo así cual bufón.
Pues tu iluminas mi día,
Mi corazón de dragón"

-Helio Martel-

Mi alma partida en mil pedazos, arrepentida por sus crímenes, caía en un profundo vacío.

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