~"Sicarios"~

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Seguía esperando la respuesta de Mizra. A la mañana siguiente comencé a notar un olor fuerte en la habitación. Miré debajo de la cama y allí estaba mi cuervo putrefacto, lleno de gusanos con  una nota atada a su pata. Alargue mi mano, controlando el asco que sentía  y cogí la nota. Un par de gusanos se aproximaron a mi mano, sentí muchas náuseas y pegué un  grito. ( así no resultaría tan sospechoso)
Mi criada vino corriendo, al verlo ví como aguantaba  el vómito, volvió con un par de hombres, que se lo llevaron.  Cuando estaba sola abrí la nota:
ESTAS COSAS NO FUNCIONAN CONMIGO
Procesé lo que ponía, alguien con magia trataba de estropear lo nuestro, pero no me daría por vencida.
Por la tarde vino Helio. Estaba todo listo,  solamente teníamos que ir a darle la carta.
Estaba contenta, a pesar de que  no todo  fuera bien esto me ayudaría mucho, el Apparat era uno de mis grandes problemas.
Agarré  la mano de Helio y nos dirigimos al Septo para comunicarle la noticia, todo iba bien, pero en un callejón no muy lejano al Septo….

Cinco hombres nos rodearon, empuñando sus espadas, y comenzaron a atacarnos.
Helio desenfundó la suya, cubierta en llamas y comenzó a luchar  tratando de defendernos. Saqué una de mis dagas del corsé y me uní a él en la lucha, Helio me miró confundido, y en un momento acabó con la vida de dos de nuestros oponentes. A su vez yo me defendía de los otros dos que se dirigían hacia mí, sorprendidos de  que una espada soltara llamaradas. Creo que ambos nos sorprendimos, yo de su espada, aparentemente mágica  y el de que llevará una daga.  No sé qué pensaría si supiera que llevo tres.
Luché contra el fornido hombre que trataba de acabar con mi vida,  pero perdí el control, y me clavó su espada en el pecho, haciéndome una gran herida. Con un forcejeo terminé consiguiendo ponerlo contra las cuerdas, pero su compañero contraatacó. Entonces, Helio se interpuso, acabó con él pero quedó gravemente herido cayendo al suelo inconsciente. Me había quedado sola, así que comencé a usar mi mayor arma, mi magia. No haría falta derramar mi sangre, con la de los sicarios sería suficiente, con esto conseguí crear dagas de sangre  que se clavaron en uno de los hombres muriendo al instante. El quinto, medio herido intentó huir, pero apenas se alejó, lo atrapé e interrogué.
-¿Quién os ha enviado?-dije con mi daga en su cuello
-L-los Baratheon- dijo ansioso tratando de zafarse
Le corté el cuello.

¿Mi plan había  funcionado? ¿Acaso había merecido la pena? El sentido de este plan se desvaneció nada más efectuarlo. Tenía a Helio, con los brazos totalmente blancos, parecía efecto de la espada, un precio a pagar. Estaba moribundo, aunque yo no estaba mucho mejor, no era capaz de moverlo y no quería dejarlo solo. Grité pidiendo ayuda, sintiendo que todo se desvanecía, sentí el miedo, no amaba a Helio pero lo quería, para mi era mi mejor amigo.
No quería perderlo, y todo esto era producto de un estupido plan, era una insensata , no podía dejar que muriera por que me irritara un tonto insulto.  Seguí gritando, entonces apareció, entre lágrimas y tratando de calmar mi respiración agitada le dije:
-Nos atacaron, íbamos a darte la carta de despido y nos atacaron-
-¿M-mi carta d-de qué querida?-preguntó con tono calmado pero evidentemente molesto.
Me dí cuenta, otro error más, no sabía nada, y ahora nuestra única oportunidad de salir impunes, se había esfumado.
-N-nada- respondí

Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora