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ELIZABETH


—Entonces, ¿cuánta ropa meto en la maleta?— le digo a Hunter, mi novio, que está en el baño

—Cariño no empieces a agobiarte, ya conoces a mis padres. Mete ropa para dos semanas, y si ves que no tienes bastante compraremos más allí. Pero date prisa nos vamos en media hora— grita desde el baño

Sus palabras me han calmado entre cero y nada, claro que conozco a sus padres y por ese mismo motivo estoy agobiada. Nos vamos de vacaciones con la familia de Hunter dos semanas a los Alpes, otro gran problema es que esquiar se me da bastante mal.

Además de saber que voy a volver a ver a sus padres, después de la cena de la semana pasada, también van a estar sus hermanos, gente a la que no conozco y tampoco tengo muchas ganas, porque si son todos como su padre estoy bien jodida. En la cena, por poco sube a nuestra habitación y revisa todos los cajones y armarios. Obviamente, esto no se lo he dicho a Hunter, él ama a su padre y le pareció muy normal todo lo que hizo, cosa que a mi me incomodó bastante. Su madre, Melanie, me pareció mucho más maja, y bastante diferente a su marido. Pero tampoco estamos aquí para juzgar.

Hunter y su padre, Karsten, son muy unidos y lo defendería aunque hubiera asesinado a alguien. Puede que el trabajar juntos les una más, o a lo mejor es porque está a puntito de ascenderle. Karsten es el dueño de los hoteles Johansson, la empresa familiar que lleva pasando de generación en generación casi tres décadas seguidas. Y Hunter se encarga de la mayoría de estos hoteles en Estados Unidos, su padre de los de Europa central, Adrian los de Asia, Christian los de Oceanía y Vanessa los de Rusia. Me falta una hermana pero Hunter y Karsten no hablan mucho de ella, según Hunter dio la espalda a su familia y él y su padre están muy decepcionados, por lo tanto no se mucho de ella, no me acuerdo ni de su nombre.

Hunter y yo llevamos saliendo tres años, y el año pasado decidimos mudarnos juntos, es un gran paso pero ya tenemos yo veinticuatro años y el veintiséis, cada uno tiene su trabajo estable, él como empresario y yo como decoradora de interiores, y decidimos que sería un acto maduro de nuestra parte.

He metido un mogollón de ropa de invierno, no creo que me llegue para dos semanas pero como ha dicho Hunter vamos a ir de compras ¿A quien no le gusta ir de compras en invierno?

—¡Cariño, ya está aquí el taxi!— me grita y bajo las escaleras a toda prisa arrastrando mi maleta —¿Te has peleado mucho con la maleta?— dice y asiento

—Y tanto, primero me faltaban cosas y luego no podía cerrarla— se ríe y me besa la frente

—Van a ser unas vacaciones estupendas— dice y sonrío, recordar esta frase porque nadie sabía lo que iban a conllevar esas vacaciones

Ya estamos en el avión y Hunter me ha dicho que nos reuniremos todos en el restaurante del hotel para comer, hotel que es suyo.

Casi todo el trayecto en avión me lo he pasado durmiendo, esto de viajar en clase alta es lo mejor, las camas son super cómodas, hay todo tipo de películas y la comida es muy buena. Podría estar viajando todo el tiempo.

Los aeropuertos me dan dolor de cabeza, hay muchísima gente y los altavoces no paran de sonar con últimas llamadas, vuelos que se retrasan, embarcaciones... Voy cogida de la mano de Hunter porque probablemente ya me habría desmayado de escuchar tantas conversaciones a la vez. Salimos y por fin puedo respirar tranquilamente, a pesar de que hace un frío que pela.

—Deberías ponerte el gorro, se te van a congelar las orejas— me sugiere Hunter y le hago caso poniéndome mi gorro naranja

—Esta todo super nevado— digo mirando a todos lados

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