18. El club

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Alexa

Mis sentimientos estaban revueltos porque no los entendía; un lado tiraba de kiefer y el otro hacia Aitor, que nada más decir que iba a dejar a Rocío en su casa fue como si una alarma de peligro se disparara en mi interior. Me había negado en acompañarles, aunque si no quería que pasara nada malo entre ellos dos podría haber ido perfectamente. Sin embargo, quería estar con Kiefer, aquella cuerda que me ataba a él tuvo más fuerza que mis celos, pero no me había quedado ahí, ya que había besado al castaño, dejando claro que estaba conmigo. Puede que haya sido un poco cruel a la hora de hacerlo por lo que estaba pasando la pelirroja, pero si era mi novio eso era lo que hacían, se besaban. Cuando se fueron me quejé por un rato, ya que no entendía lo que había dicho Liam. Estaba totalmente segura que podía vencerle, entonces la rabia que viajó por mis venas hizo que pensara que aquel demonio solo se estaba divirtiendo conmigo.

—No desesperes mujer —me aconsejó kiefer. Le fulminé con la mirada al escuchar su tonto consejo—. No creo que Liam sepa mucho —soltó acercándose más a mí para sentarse a mi lado. Buscó mi mano para juguetear con ella trazando pequeños círculos con su dedo pulgar. Mis ojos viajaron hasta nuestras manos que hicieron que me tranquilizara o que más bien había despertado el interés de lo que me estaba comentando. Por un momento había suprimido el deseo de besarle frente a todos. Aparté mi mano con mucho esfuerzo.

—¿Y tú qué sabes? —pregunté con gran interés mientras mis ojos viajan a los suyos y a sus lindos labios que incitaba a que los besara.

—Digamos que sé que puedes ser más fuerte que ellos y mientras más fuerte seas ellos tendrán que obedecerte —respondió inflándose de orgullo—. Ven mañana y te lo enseñaré —susurró cerca de mi oído provocando que una carga eléctrica recorriera mi cuerpo. Me había quedado a la espera de un pequeño beso cuando se separó de mí y se quedó mirando mis labios por unos breves segundos que me parecieron una eternidad. Poco después, y sin darme tiempo a formular una pregunta, se levantó para irse. Me quedé mirándolo como se marchaba con pasos firmes llenos de seguridad.

Antes de ir a casa de Aitor me había quedado a dar una vuelta para despejarme y saber qué hacer. Todavía sentía la venganza de la muerte de mi amiga recorrer mis venas como el deseo de acabar con toda esta locura. No quería otra muerte más y a pesar de que sabíamos cosas nuevas, todavía faltaba saber lo más importante que era romper el pacto que amenazaba con destruirnos.

Cuando Aitor me abrió la puerta lo abracé tan fuerte porque no quería perderlo. Él se sorprendió que por un momento se asustó. Sé que estaba actuando mal y más cuando al final la que estaba siendo infiel era yo, pero aquella cuerda que me tiraba hasta Kiefer nublaba mi razón y apagaba los sentimientos que tenía hacía Aitor. No quería perderlo ni que le pasara nada malo.

—¿A qué ha venido eso? —cuestionó con preocupación.

Clavé mis ojos en los suyos.

—Quería abrazarte, con todo lo que está pasando nadie sabe si sería la última vez —respondí cerrando poco después la puerta para entrar en el interior de la casa y dirigirme a la cocina a por un poco de té, él me siguió.

—No digas eso, lograremos vencerlos.

Mi rostro reflejó una sonrisa adusta. Kiefer podría tener razón en decir que Aitor era muy positivo y aunque sabía que lo decía para darme ánimos como para no perder la esperanza, la realidad era muy dura y teníamos que estar preparados para cualquier situación.

—No sabemos cómo podemos romper está maldición —gruñí viendo como la taza de agua daba vueltas en el microondas.

Él me giró suavemente pegándose a mí.

La Voz De Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora