6. Miedo a morir

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Alexa

Eran las diez de la mañana del domingo cuando toqué la puerta de la casa de mi mejor amiga, lo que provocó un gran silencio desde el interior. Había escuchado la risa de mi mejor amiga y como hablaba con alguien, pero lo más extraño es que solo se escuchaba su voz. ¿Con quién estaría?

Segundos después la puerta se abrió dejando ver la sorpresa en el rostro de mi amiga.

—Alexa... ¿Qué haces aquí?

—No me importa que tengas visitas, pero que te hayas olvidado de que te dije que estaría unos días contigo, me parte el corazón —dije con tono burlón.

Se dio en la frente cuando escuchó mis palabras.

—Se me había olvidado... —expresó preocupada—. Te has teñido el cabello además te lo has cortado —exclamó tocando mi cabello blanco.

Asentí con la cabeza.

—Necesitaba un cambio —comenté entrelazando un mechón en mi dedo —. Que no, es solo una peluca —dije con una sonrisa dándole una palmadita en las manos ella me dio en el hombro. Luego entré en el interior hasta llegar al salón. Busqué con la mirada a la persona que estaría con Samantha pero no vi a nadie.

—¿No estabas con alguien? —pregunté desconcertada. Ella se puso nerviosa con la pregunta. Intentó disimularlo pero la conocía bien.

—No, solo estoy yo.

—Pero te escuché reír y hablar.

—Porque estaba viendo la televisión —respondió rodando los ojos.

Examiné momentáneamente su actitud, luego le resté importancia. Dejé la pequeña encima de la mesa y la abracé, Sam se sorprendió.

—Siento mucho no estar más comunicadas en estos últimos días, pero si te contara lo que me ha pasado no me creerías —dije al finalizar el abrazo. Ella se sonrió medio nerviosa y se acarició su brazo izquierdo.

—No te preocupes —cuando me dio la espalda murmuró algo que no logré comprender.

—¿Qué has dicho?

Se giró y respondió:

—Nada. Digo que no hace falta que te disculpes, también yo me he apartado de ti en estos días, pero lo bueno es que estaremos más unidas.

Asentí alegremente.

—En ese caso y para ponernos al día —comenté entrelazando mi brazo por su codo—. Podrías ir hoy al karaoke y así me escuchas cantar.

Siempre cogíamos un día para ir al karaoke los cuatros juntos pero tal vez, eso traería dolor a Sam por el recuerdo de Iván. Iba a disculparme por ser insensible, aunque no lo parecía extrañaba a mi amigo e incluso le lloré. Sin embargo, a ella no le importó mi proposición.

—Me parece buena idea. Lo único es que ya había quedado en sustituir a unas de mis empleadas que se reportó enferma. Así que, hoy no podré, pero lo podemos dejar para el viernes.

No había ninguna pizca de tristeza en su voz, algo que me sorprendió porque pensé por un momento que se negaría.

—Entonces, para el viernes —expresé con recelo por su comportamiento.

Poco después me instalé en la pequeña habitación. Hablamos de cosas sin importancias y durante el transcurso de la semana Sam actuaba de un modo extraño, hablaba sola, repetía en voz baja el nombre de Iván e incluso parecía como si ya hubiera superado su muerte. Era algo bueno pero, no sé si el modo de comportamiento era natural, algo que descartaba.

La Voz De Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora