2. Desalojada

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Alexa

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Alexa

Era jueves por la noche.

El sonido de los acordes de mi guitarra se escuchó por todo el establecimiento del Karaoke. Encima del escenario me encontraba yo rasgando la hermosa guitarra, que se había convertido en mi gran confidente. Disfrutaba de cada nota que realizaba al deslizar mis dedos por las diferentes cuerdas. El lugar no estaba lleno, pero se podía apreciar varias personas disfrutando de mi música. Mi voz no era una voz chillona, era una voz llena de fuerza. En cuanto a la letra de la canción, era una letra desgarradora, una letra en la cual pedía ayuda mientras más me hundía en mi desesperación. Llevaba mi pelo largo de color blanco, bueno, en realidad era una peluca de color blanca que cubría toda mi frente por el flequillo que tenía. Desde aquel atardecer había cambiado en cuanto a la vestimenta, era más rebelde, más llamativa, y sobre todo me ayudaba a dar una apariencia dura, fuerte, agresiva.

Cuando abrí los ojos unos segundos no pude volverlo a cerrarlos cuando una figura muy conocida entró al local. Era él, Kiefer había venido. Mi corazón se inquietó tanto que pensé que iba a salir corriendo a abrazarlo.

Intenté terminar mi canción como otro día normal. Recibí cortos aplausos cuando terminé de tocar. Bajé del escenario dispuesta acercarme hasta Kiefer para darle las gracias por haberme salvado la vida, pero no sin antes deleitarme en su figura. No paraba de mirarme y eso me avergonzó un poco, porque posiblemente pensaba que era una suicida o una emo que jugaba con la muerte. Era la primera vez que lo observaba tan a fondo, con su pelo castaño desordenado, ojos color azul, labios pequeños, pero sensuales, vestía unos vaqueros negros, una camisa roja, que le quedaba a la perfección, y combinada con su chaqueta de cuero negra. No pude evitar esbozar una amplia sonrisa, sin embargo, él cruzó por mi lado indiferente, ignorándome por completo. Eso fue un duro golpe para mi corazón. Me quedé quieta sin girar hasta su dirección mientras se acercaba a hablar con Gabriel, el dueño del local.
No sabía qué hacer, pero estaba temblando. Decidí acercarme cuando Gabriel me llamó. Tomé aire y con toda seguridad fui hasta ellos.

—No sé si te acuerdas de Kiefer.

—¡Cómo voy a olvidar al antipático, y mal humorado Kiefer! —dije sin mirarle y suprimiendo el deseo de decir que me había salvado la vida. Él alzó una de sus hermosas cejas, pero no dijo nada.

—Como sea. Tienes que buscarte otro lugar para dormir. Kiefer volverá a ocupar su habitación.

Me dejó perpleja.

—¿Es una broma? —pregunté con confusión.

—Sabes que no bromeo, Alexa.

No, él no bromeaba, pero ¿cómo podía hacerle eso a una chica? ¿Dónde se supone que iba a dormir? Kiefer ni había dicho nada como tampoco me había mirado. ¿Es qué no tenía un lado de caballerosidad?

—Te había dicho desde un inicio que no podías quedarte permanente.

—Sí, ya lo sé —dije llevando una de mis manos a mi frente.

La Voz De Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora