14. Afra

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Alexa

Me había despertado alarmada porque había soñado con Kiefer. No sabía lo que me estaba pasando y para el colmo me sentí como si hubiera engañado a Aitor. Él al despertarse me abrazó buscando mis labios.

—Buenos días —susurró.

—Buenos días —musité con una pequeña sonrisa.

Me daba miedo mirar mucho tiempo sus ojos por si de alguna forma descubriera lo que había soñado. Sus manos acariciaron mi vientre hasta llevarla a mi espalda. De pensar tanto en aquel sueño no había caído en la cuenta de la cicatriz hasta que fue demasiado tarde para impedir que sus manos viajaran hasta esa zona.

—¿Qué tienes ahí? —cuestionó con curiosidad y a la vez preocupado girándome al momento. Levantó el camisón del pijama hasta ver la cicatriz. Rápidamente, me cubrí volviendo a girarme para levantarme de la cama.

—No es nada —respondí intentando que no se notarán mis nervios.

—¿Qué no es nada? Si tienes dos cicatrices en tu espalda. ¿Con qué te lo has hecho?

Me giré hasta él. No podía ocultárselo más, pero apenas salía alguna palabra de mi boca.

—Alexa... ¿Qué te ha pasado? —volvió a preguntar.

Me armé de valor y se lo dije. Le comenté todo lo que me ocurrió aquella noche, como cuando fui atacada por aquel sujeto en la habitación de Kiefer. Al principio se preocupó, pero se enojó porque no se lo había dicho y porque había corrido a los brazos de Kiefer antes que a él. Al inicio no se lo podía creer hasta que tuve que demostrárselo, así que me quité el camisón del pijama para desplegar aquellas blancas alas. La sorpresa lo había dejado mudo.

—Lo siento, no quería preocuparte —intenté excusarme.

Hizo un ademán para tocar las alas, pero se detuvo.

—Déjalo, Alexa —dijo molesto entrando al baño.

No le iba a reprochar nada porque estaba en su derecho en enojarse, porque si hubiera sido al contrario hubiera pegado un grito al cielo. Solté un suspiro. Me acerqué al espejo para verme con mis alas reflejadas en el espejo por primera vez preguntándome cuando desaparecerían.

☆《♡》☆

Habíamos quedado para seguir investigando el libro, para buscar a las seis personas llamadas Afra que había en el pueblo y que se ajustaban al perfil. Las cuatros primeras no correspondían a nuestra Afra, así que cuando llegamos a la quinta Kiefer se sorprendió mucho; sin embargo, antes de que Valeria tocará el timbre, una mujer muy familiar nos abrió.

—Les estaba esperando —anunció invitándonos a pasar.

Era la misma mujer que nos había dicho a Kiefer y a mí que teníamos un propósito juntos. Ambos chicos estaban molestos, uno por no haber confiado en él y el otro porque no le caía bien la mujer. Este último se sentía realmente incómodo.

Decidimos entrar porque necesitábamos respuestas. La mujer no tardó en invitarnos a sentar en la mesa y nos brindó un poco de té; sin embargo, kiefer era el único que no estaba sentado, se encontraba de pie apoyado en una de las paredes con los brazos cruzados. Me preguntaba el porqué de su actitud.

—Entonces, ¿has escrito este libro? —me atreví a preguntar.

—Así es jovencita y me alegra que le esté ayudando. Luego vuelve a dejarlo donde lo has encontrado, muchas más personas necesitarán saber la verdad.

La Voz De Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora