14.1 » El accidente

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La oficina de dirección de la academia UA se teñía de atardecer, contrastando con el rostro del menor de los Bakugo que se tornaba rojo de la rabia en lo que sus padres firmaban los papeles, siendo así que el arrastre del bolígrafo sobre la línea de puntos era el único sonido en la gran habitación, que era demasiado grande para estar en tanto silencio. Ninguno de los cuatro adultos presentes diría algo, pero todos miraban con decepción al adolescente; irritado, el mismo tensó la mandíbula y repentinamente se puso de pie golpeando las manos en el escritorio del director Nezu.

—¡No pueden suspenderme! ¡Mierda, no hice nada!

—¡Katsuki!— exclamó su madre dispuesta a darle un zape en la nuca. Lo habría hecho, cuando una voz agotada interrumpió:

—Conque poner en riesgo la integridad física e incluso la vida de sus compañeros es a lo que ahora se le llama hacer nada.— El hombre que se recargaba en la pared de brazos cruzados era Shota Aizawa, encargado de la clase 1-A.  —Con lo que hiciste deberías estar agradecido de que no te expulsaramos.

—¡Que no lo hice! No tienen pruebas de que lo hice, ¡Porque no lo hice!— trató de defenderse el rubio ceniza. Justo en ese momento tocó la puerta la última persona que debía tocar.

—Director Nezu, ¿quería verme?

—Pase, alumno Kaminari.

Las pisadas resonaron en el suelo de madera en lo que el mencionado se adentraba a la oficina. Los presentes lo observaron avanzar hasta el escritorio como podía a pesar de sus obvias heridas, moretones en el cuerpo y su brazo enyesado. Tomó asiento. No era necesaria otra prueba que esa.

—¿Querías pruebas? A mí esto me parece mucho más que suficiente.

—No puedo creerlo, Katsuki, realmente.— primero Aizawa y ahora Mitsuki le tiraban veneno por diestra y siniestra. —¡Mira lo que le hiciste a este pobre mocoso! ¡Tiembla de solo verte!

—¡No sé cómo carajo se hizo eso pero a nadie le consta que fui yo!

—Hay un testigo.— anunció el director, y el ambiente se tensó más. —El joven Midoriya dijo que vió todo. Te vió atacar a tu compañero.

—¡¿Le van a creer a ese estúpido nerd pero no a mi?! ¡Deku quiere ganarme y no puede hacerlo limpiamente! ¡¿Qué no se dan cuenta?!

—Me temo que tu deseo por ser el héroe número uno ha ido demasiado lejos, joven.— dijo el roedor ordenando sus lapiceras por tamaño en el escritorio con tranquilidad, como si no estuviera jodiendo injustamente los sueños de un adolescente: —Espero que estos días de suspención que van a quedar en tu registro permanente y por consecuente podrían afectar tus posibilidades de graduarte a tiempo te sirvan para pensar en lo que hiciste, y poner los pies sobre la tierra.

—¡Y una mierda!— El de ojos rojos furia se abalanzó sobre el de ojos dorados dispuesto a hacerlo hablar con sus propias manos. Este último por supuesto se sobresaltó y se achicó ante el contrario con terror bajando la cabeza, temblando al punto que le faltó lloriquear para parecerse a un perrito asustado. —¡Pikachu estúpido, di la verdad!

—¡Katsuki, siéntate!— gritó la mujer, sabiendo que su potente voz era la única capaz de calmar la fiera que era su hijo. —¡Suficiente!

Y esta vez no fue la excepción, pues luego de que la poderosa orden sacudiera los vidrios de la academia, el chico enseguida hizo caso y volvió a la silla quedándose quieto. Los presentes –menos Masaru quien ya estaba acostumbrado– se sorprendieron tanto que se quedaron en silencio por un rato.

—Esto se resuelve fácil.— finalmente, Aizawa decidió retomar la palabra. —Kaminari.— llamó. Al escuchar su nombre el mencionado levantó la mirada. —¿Bakugo te hizo esto?

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