10 » Mantén a tus enemigos cerca

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La vida de Izuku Midoriya era tan buena que si estuviera en una serie de televisión él sería sin dudas el personaje principal: Era exitoso, amado, adinerado y vivía como la celebridad más importante del país, a tal punto que estaba acostumbrado a los flashes de las cámaras y a encontrarse a los periodistas aglomerandose en la puerta de su edificio.

—¡Deku! ¿Cómo se siente ser el héroe número uno por segundo año consecutivo?

—¡Deku, por aquí! ¿Qué respondes a los rumores sobre tu relación amorosa con Uravity?

—¿Y qué hay de tu acercamiento con el pro-héroe Shoto? ¿Algo que decir respecto a tu orientación sexual, Deku?

Esta misma situación pasaba mínimo tres veces por semana. Él ya sabía muy bien que tenía que esquivar a la gente sin responder ni una sola palabra a sus preguntas tan personales porque la más mínima cosa que dijera podría ser sacada de contexto. Era agotador. Sin embargo, al contrario de lo que podría pensarse, nada de esto molestaba al peli-verde; ya que cuando al fin lograba entrar a su hogar podía sonreír contento del enorme departamento en el que vivía, lleno de lujos por donde sea que mirara. Nada importaba porque al final del día él era el mejor héroe de todos y tenía estos lujos que ningún otro podía darse. Riendo con la satisfacción de todos los días, pronto se sentaba en su enorme sofá frente a la enorme pantalla de plasma que más que una TV parecía un cine, y se tomaba un té relajante para recompensarse después de horas de trabajo bien hecho.

De la nada, la taza que sostenía cayó al suelo, sonando con estruendo al romperse en pedazos, y derramando el té en la alfombra. Justo en ese momento la señal del canal de televisión se cortó mostrando nada más que una lluvia gris de estática.

—¿Huh?

Extrañado, Midoriya se preguntó porqué la taza se habría caído si él la agarraba con seguridad y no la soltó en ningún momento… pero fue entonces que bajando la mirada hacia el desastre en el piso, observó su mano.

—¿Qué…?

Se talló los ojos y luego los cerró con fuerza un par de veces, diciéndose que sólo era su vista cansada… porque no había forma en que de verdad sus manos estuvieran desapareciendo. Claro que no podía ser verdad.

Tratando de no alterarse se puso de pie y corrió hacia el espejo de cuerpo completo que tenía en una esquina de la sala. Se vio en él... y efectivamente, el espejo no mentía: Sus temblorosas manos eran cada vez más transparentes, hasta el punto de que podía ver a través de ellas, casi como un holograma. A Izuku se le heló la sangre y perdió el equilibrio cayendo al piso. Tiritando muy fuerte y con la respiración irregular, retrocedió como si estuviera asustado de su propio reflejo.

—¡¿Q-Qué está pasándome?!

Sus gritos horrorizados se mezclaron con el ruido blanco de la televisión, cuya pantalla aún continuaba sólo mostrando estática.

Sus gritos horrorizados se mezclaron con el ruido blanco de la televisión, cuya pantalla aún continuaba sólo mostrando estática

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