Wave
Dorak se ha despertado en la madrugada gritando. Ha tenido una pesadilla. Está sudando, tiene los ojos rojos y la respiración entrecortada. Yo no estoy asustada, pero mi corazón lucha por escapar de mi pecho. No me gusta verlo así. Atormentado.—¿Sucede todos los días? —Le pregunto mientras me acerco a su lado.
—Sí. —susurra.
—¿Has ido al psicólogo?
—Nadie puede ayudarme, Wave. Tú descansa, lamento haberte molestado. Debías haberme despertado antes. —No me mira a los ojos, se levanta de la cama y se dirige a la puerta.
—Dorak, necesitas ayuda. Esas pesadillas no son algo normal.
—Wave, ¿hace cuanto vas al psicólogo? —Me pregunta con cierta molestia, como si estuviera rozando el límite de su paciencia.
—Desde pequeña. —susurro.
—¿Y cuánto has mejorado? ¿Ya puedes hablar con extraños?— Eso ha sido un golpe bajo. Frunzo el ceño, no esperaba que me dijera algo así.
—Tu problema es diferente al mío, Dorak. Todo depende de cuanto estés dispuesto a poner de tu parte. No puedes dormir, necesitas hablar con alguien sobre lo que te sucede.
—¿Y si son demasiadas cosas? ¿Y si me arrepiento de todas las decisiones que tomé en la vida? Wave, ya no tengo arreglo. —Me regala una mirada triste antes de marcharse por la puerta, esquivando mis preguntas y escapando de mí.
No logro pegar ojo en lo que queda de noche. Su cama, su olor y sus últimas palabras me mantienen en vela. Lo escucho, sé que esta despierto porque hay ruido en la cocina. Probablemente se esté preparando algo de comer. Me levanto, pensando en si eso sería una buena idea. Enfrentarlo nuevamente, hablar, desahogarnos y entender nuestras acciones.
Lo veo de espaldas, vertiendo el azúcar en una taza con chocolate.
—¿No puedes dormir? —Me pregunta sin mirarme, sabe que estoy en el marco de la puerta observándolo.—No.
—¿Quieres un cola-cao? —Sigue sin voltearse, revolviendo el contenido de su taza.
—No.
—Wave, siento lo de antes. Estaba...
—¿Molesto? ¿Alterado? ¿Atormentado? —Me cruzo de brazos, y encuentro sus ojos una vez que se decide a mirarme. Sabe que cualquiera de mis adjetivos le vienen como anillo al dedo sobre aquel momento. Y eso, no le hace mucha gracia.
—No estaba siendo yo. —susurra.
—Por eso me preocupa tanto, porque ese no eres tú. Conocí al mejor chico del mundo. Eras mi mejor amigo, mi compañero, mi alma gemela, y ahora hay momentos en los que te miro, Dorak, y no te reconozco.
—Y sigo siendo eso, Wave. Es solo que no puedo abrirme con tanta facilidad como antes. Tú también has cambiado, no lo niegues. Tienes tus propios demonios. —Aprieta sus dedos en la taza, y están tan rojos que temo que pueda explotar en sus manos.
—Ábrete, Dorak. Olvídate de que ya no somos los mismos. —Se queda en silencio, pensando en si sería una buena idea. La rabia me consume, pero logro entenderlo. No es tan fácil como parece. Yo misma no puedo hablar delante de otros aunque quisiera. Es algo que nos domina y que suele ganarnos muchas veces.
La primera vez que visité a mi psicóloga, no pude hablar, no me atrevía, en la segunda visita, habló ella durante media hora. Me contó sobre sus hijos y las cosas que le gustaban hacer. Para mi sorpresa terminé interrumpiéndola. Contándole de que al igual que a su hijo más pequeño a mí me gustaban las aceitunas sin huesos. Lo pienso, y fue una gran estrategia para hacerme hablar. Aprovecho el silencio de Dorak para eso, para ayudarlo. —Dos años después de que te marcharas, pasé un verano en Seattle con mi tía y mi madre. ¿Sabes que llueve allí casi todos los días del año? Es horrible. El tiempo, digo. —Me encojo de hombros y le regalo una media sonrisa. Me mira con curiosidad y bebe un sorbo de su chocolate. —Allí leí Misery de Sthepen King, y estuve dos noches sin dormir del miedo que me dió. Es que imagínate, la lluvia de noche me parece algo escalofriante.
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Todo está volviendo a mí (It's All Coming Back To Me.)
Ficção AdolescenteWave Scott y Dorak Owen tienen una historia del pasado incompleta, y aunque ninguno de los dos tiene la intención de volverse a enamorar el uno del otro, la pasión vibrante entre ellos los lleva a cometer ciertos errores. Después de 9 años sin verse...