Capítulo 3. Límites

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Este hombre es de lo peor, me tiene en la palma de su mano y lo sabe, su rostro refleja satisfacción al verme de esta forma.

Te levantaste y recogiste la pluma — Si Sr. Min — agachaste la mirada para que no notara que tenías los ojos cristalizados.

— Olvídalo, lo haré yo mismo, retírate — acomodo su postura en la silla.

— Pero.. — te interrumpió.

— ¡DIJE QUE SE RETIRE! — subiendo el tono

Saliste inmediatamente de la oficina, y corriste a tu escritorio.

— ¿Todo bien? — preguntó la secretaría

— Si — mientras limpiabas tu rostro — Aún no me acostumbro a él.

— Tranquila — dándole un pañuelo para que se limpiara

- Gracias, usted es la única persona amable que hay aquí — le sonreíste tiernamente.

— Cuando conozcas al Sr. Kim, sabrás que no soy la única persona amable aquí — Dijo mientras se iba dejando una lechita en tu escritorio.

Respiraste profundamente, tomaste la lechita, la miraste y sonreíste-Debo soportar esto.

abriste la lechita y comenzaste a beberla-Ah! sabe deliciosa, no había podido desayunar nada.

El Sr. Min salió de su oficina y te vio bebiendo la leche, se acercó a tu escritorio

— ¿Necesita algo Sr. Min? — te levantaste de la silla

— Srita. en horas de trabajo, no puede comer nada — tomó tu lechita y la tiró al bote de basura

Miraste como tiraba tu lechita a la basura con tristeza, pues la secretaría te la había dado con tanto cariño, y era lo único que tenías para comer en ese momento.

— ven a mi oficina — ordenó.

— Si Sr. Min — lo dijiste apretando los dientes — ¿en qué puedo ayudarle Sr. Min? — te paraste frente a su escritorio.

— Mañana llega a mi casa temprano — se sentó en su silla

— ¿a su casa? — pregunté sorprendida

— No sé qué estas imaginando, pero te recuerdo que eres mi asistente y te necesito mañana.

— Si, esta bien Sr. Min ¿algo más?

— Dame las copias que te pedí para firmarlas — saco su pluma de su saco

— Aun no saco las copias, pero en este momento lo hago

El Sr. Min se levantó molesto de su silla y salió de la oficina dejándote ahí parada, caminaste rápidamente para alcanzarlo, tomó las copias que te había dado de tu escritorio, y se las dio a la secretaria

— Saque copias de eso y me las lleva a mi oficina — Regreso a su oficina

El Sr. Min paso a un lado de mí y me miro molesto — Lleva mañana el contrato original, espero eso si puedas hacerlo bien — azoto la puerta de su oficina

— Tranquila — te decías a ti misma — tranquila, no le des el gusto de verte mal.

Transcurrió el tiempo y el Sr. Min no volvió a llamarte, tu turno había terminado, tomaste tus cosas, te despediste de la secretaría y saliste de la empresa.

Llegaste tu casa, te quitaste los zapatos, besaste la fotografía de tus padres, te sentaste en la cama, tomaste una almohada y gritaste lo más que pudiste, tratando de sacar tu estrés y tensión.

Querido Sr. MinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora