*Capitulo 51*

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Erick

Nunca se tiene cierto lo que puede pasar, las decisiones que estamos dispuestos a tomar, y aquellas que no.

Siempre creí que podría conseguir lo que quisiera, que me era posible remediar todo porque el mundo estaba de mi lado, bueno, eso fue antes de saber la verdad, eso fue antes de estar rodeado por la venganza y los daños colaterales que esta pueda traer.

Mirando hacia el pasado puedo ver a un pequeño asustado del mundo, al cual todo a su alrededor había sido destruido, todo lo que creía ya no era, su familia, la que pensaba que era, simplemente fueron una farsa.

Nunca voy a poder olvidar mi primer día en Nueva York, como las dos figuras paternas que siempre había tenido me dejaron botado en un aeropuerto, con un guardaespaldas siendo mi único acompañante durante todo el viaje, durante todo el transcurso.

Ver a mi abuelo, a un hombre ya mayor sonreírme, contarme tantas cosas de mi realidad, no fue precisamente la bienvenida que pueda ser categorizada como la mejor, menos cuando te das cuenta que tus verdaderos padres se encuentran tres metros bajo tierra.

No pude afrontar completamente la realidad hasta mis quince años, donde mi abuelo sin el mas mínimo de tacto me confeso la razón y los culpables de la muerte de mis progenitores.

Seguir creciendo sin odio, esa tarea se vuelve muy difícil cuando a cada segundo de cada hora escuchas razones para querer meterle un balazo a esas personas, cuando no te dan motivos para dejarlos vivir, y mas cuando te das cuenta que no se arrepienten de sus actos, que prefieren seguir fingiendo mientras arrastran a un ser inocente hacia la oscuridad, mandándola detrás de una pared, aguantando los gritos, y sollozos que piden como nunca un salvador.

Bueno, yo quería serlo.

Annastasia Cabello Bulosh, esa preciosa mujer que ilumino mis días de pequeño, que no fue capaz de ver la oscuridad que podía consumirla, y que no se daba cuenta como un mundo de porquería cada vez mas la envolvía en mentiras, engaños, y falsedades.

El plan de mi abuelo siempre fue el mismo, finge que no sabes nada, acércate a ellos, consigue casarte con su hija, luego al estar dentro de esa familia asegúrate de quitarles lo que mas quieren en el mundo.

Cualquiera pensaría que su hija, pero mi abuelo tenia muy presente que se trataba del dinero, de esa fortuna que con base de muerte pudieron conseguir.

Por un tiempo, yo pensé lo mismo, pero debo decir que el bastardo culpable de la muerte de mis padres no tenia esos sentimientos, no cuando a escondidas de su hija no paraba de darme amenazas bien camufladas sobre si le hacia daño a su pequeña, no cuando estábamos solos Annastasia y yo, podía notar como él se encontraba a la distancia vigilando, o si no era él, eran mas de diez hombres a una distancia prudente.

Annastasia siempre pensé que para ellos era solo mercancía, pero debo decir que para su padre no significaba nada de eso, menos cuando él mismo amenazo de muerto a su ex novio el dia que se acerco a su hija en su graduación.

Dicen que las apariencias engañan, pues este hombre era digno ejemplo de esa frase, porque si no supiera lo que hizo hace años, podría decir que era una buena persona. Su esposa por otro lado, ella nunca mostro un síntoma de maternidad, pero si era la perfecta persona para enganchar lo suficiente a las revistas de farándula y que así dejaran tranquila a la joven heredera.

Debo decir, Antonio Cabello, tienes bastante tacto para las estrategias.

Pero no lo tuvo para detectar la de mi abuelo, una que antes de planearla ya estaba destinada a ser descubierta, y no por el empresario, sino por su hija, una encantadora muchacha de diecisiete años que estuvo en el piso equivocado, detrás de la puerta equivocada, escuchando atentamente una conversación que llevaría al fin de mi tranquilidad.

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