Extrañas circunstancias

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Con mi cartera en mano y bufanda en el cuello, me encontraba en el ascensor lista para mi almuerzo con mama. No me agrada mucho la idea o, mejor dicho, el tema por el cual nos estábamos reuniendo; pero era lo menos que podía hacer por ella. Mi mama Caroline, junto a mi papá, Robert, me habían criado desde que tenía cinco años. Mis padres biológicos habían muerto en un lamentable accidente, no los recuerdo mucho. Caroline era la hermana de mi madre y, al morir ellos, ella fue mi único familiar. De mis padres tenía pocos recuerdos, así que mis únicas figuras paternas eran y siempre habían sido Caroline y Robert y siempre seria de esa manera. Así que si mi mayor precio a pagar era soportar a Brittany, podía hacerlo o, al menos, intentarlo.

El ascensor se estaba tardando más de lo esperado, así que me puse a revisar algunas cosas en mi teléfono cuando se abrieron las puertas y alguien entró. No le presté mucha atención pero, de un momento a otro, por el rabillo del ojo, me fijé quién era. Se trataba del señor Clark , estaba en una esquina, mirando al suelo, con las manos en los bolsillos.

¿Cómo era que al señor Clark no le molestaba mirar siempre al piso? ¿Tanto miedo me tenía? Sí, era terrible, para qué negarlo, pero con él no había sido ni la mitad de mala que era con los demás; no sé si era por su ineptitud o sus estupideces, pero en un punto me encantaba ver la cara de terror en sus rostros.

¿Cómo era que él podía estar vestido así y sentirse cómodo?, es decir, estábamos en verano, el calor era terrible y dudaba mucho que el enorme suéter que tenía y sus anchos y gruesos pantalones le ayudaran de alguna manera. Pero quién sabe, tal vez tenía sobrepeso o se sentía mal con su aspecto; no era mi problema si el señor Clark se sentía cómodo o no en su horrible vestimenta. Dejé de prestarle atención, ya sólo faltaban dos pisos para llegar.

En un momento me tuve que aferrar a una de las paredes del elevador, mi cuerpo se sentía desfallecer. Traté de respirar pausadamente hasta que sentí como el ascensor se detenía. Esto no era bueno, los lugares cerrados y yo no nos llevábamos bien sobre todo si aún me sentía mal por la noche que había tenido.

Traté de respirar despacio, lo mejor era mantener la calma y tranquilizarme, era sólo un estúpido mareo, si respiraba y me relajaba se me pasaría.

- ¿Señorita? -preguntó mi asistente a mi espalda.

Pegué mi espalda a la pared y empecé a respirar tratando de tranquilizarme.

- ¿Se encuentra bien, señorita? -dijo Clark , acercándose, o eso percibí ya que tenía los ojos cerrados.

Asentí una sola vez y susurre con un hilo de voz:

-Los lugares pequeños... ellos no... Bueno... -Volví a tomar aire-. No me gustan.

No quería entrar en pánico, sobre todo no con mi asistente presente, pero me estaba empezando a faltar el aire.

Cuando tenía siete años Mama me había llevado al centro comercial para comprar la nueva Barbie de temporada, estaba tan emocionada que salí corriendo en cuanto llegamos, tan rápido que al entrar al ascensor me quedé sola y el no se detuvo. Estaba encerrada, era sólo una niña y tenía miedo. Empecé a gritar y llamar a mi mamá, eran varios pisos y en ninguno se detuvo hasta que las luces se apagaron y todo quedó en silencio; tenía tanto pánico que no podía respirar. Empecé a hiperventilar jadeando por aire hasta que me desmayé. Desperté horas después en el hospital, desde entonces los lugares en los cuales no tengo control, de los cuales sé que no puedo hacer nada para salir si el caso se presentara, me aterran. Es de las pocas cosas que me dejan sin aliento, me llevan a ese horrible momento y me hacen sentir descontrolada.

Por lo general lo manejaba bien, trataba de que no se notara, hace mucho tiempo no me sentía tan mal, al punto de no poder controlarlo.

-Sólo tiene que respirar -mencionó él, como si ya no fuera obvio.

Jugando a Seducirte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora