Historia del pasado

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Sonreí y suspiré de alivio cuando entré a mi oficina. Antes estaba algo recelosa con la idea de dar el primer paso, pensaba que él me ignoraría, pero no lo había hecho; lo sabía porque entre nosotros había algo silencioso, una cómoda incomodidad y tranquilidad que creaba un núcleo único que sólo lo sentíamos él y yo, al menos yo lo veía así.

Empecé a trabajar más tranquila que el día anterior, al menos ahora tenía las cosas un poco más claras; aunque eso no mejoraba que su novia seguía estando en su vida, que Brittany era su amiga; por lo que en alguna ocasión tendría que lidiar con eso, pero primero una cosa a la vez.

Apreté el intercomunicador.

-Patrick , lo estoy esperando en mi oficina, ¿se perdió en el camino? -pregunté subiendo el tono, aunque en la soledad de mi oficina estaba sonriendo.

-Lo... Yo... Voy enseguida, señorita. -Terminé el llamado y traté de ocultar la sonrisa que tenía. Él estaba tartamudeando de nuevo y, aunque al principio me desagradaba y volvía loca, en ese momento lo encontraba de lo más adorable y muy propio de él.

No pasaron ni dos minutos cuando alguien estaba tocando a la puerta.

-Pase -grité con indiferencia, sabiendo exactamente de quién se trataba.

-¿Me necesita, señorita?

Alcé la vista y lo miré fijamente antes de responder:

-Sí, Patrick, lo necesito. -Pude ver cómo su manzana de Adán subía y bajaba, no sabía si interpretarlo como deseo o miedo, aunque me inclinaba por lo primero, su cara me indicaba la segunda; pero con lo raro que él era, no tenía idea de qué estaba pensando. ¿Qué podía pensar el de mí cada vez que le hablaba de manera normal, como una persona, cuando estaba ebria y el otro tiempo era una insufrible jefa? Tan sólo ayer le había dicho que no lo necesitaba y en ese momento había cambiado de parecer. Mirándolo bien, los dos teníamos una extraña forma de ser.

Él se sentó enfrente de mí, yo tomé los papeles que estaban en mi escritorio y se los pasé.

-¿Es bueno deduciendo cosas? -pregunté ahora más seria.

Él se encogió de hombros.

-Podría decirse... -Patrick tomó los papeles y los leyó-. Esto es...

-Sí, lo es -dije interrumpiéndolo. Sus ojos iban de un lado a otro mientras leía, no parecía sorprendido, pero sí mortificado, no pude deducir por qué.

-Es grave, en la sucursal de la empresa que está en Londres no hay registro de muchos envíos... enormes envíos. -Él me miró y ladeó la cabeza en un gesto extraño y lindo-. ¿Por qué me lo enseñas? -preguntó tuteándome, lo que no se me pasó por alto.

-Por ahora las cosas están bien porque Eric se encarga de cada cosa que sale o entra por esa sucursal, pero no siempre va a poder hacerlo... No sabemos si es alguien que borra el registro o papelería que se confundió, aún no lo investigamos a fondo; yo sólo... no sé, quería una nueva perspectiva de qué hacer.

Yo nunca pedía consejos sobre negocios a menos que se tratara de mis padres, Eric o, alguna que otra vez, Cati; pero fuera de ellos nunca lo había hecho, pero Patrick se sentía como una mente fresca, llena de ideas. Aunque pareciera extraño en mí, confiaba en él y podía valorar su opinión.

-Si quieres mi opinión... -murmuró colocando los codos en el escritorio, acto que imité, quedando más cerca de él-. Deberías olvidarlo... -Lo miré frunciendo el ceño-. Lo que... bueno -tartamudeó y yo traté de ocultar mi sonrisa-. Lo que quiero decir es que deberías esperar un poco, si pasa alguna irregularidad de nuevo sabrás que no es algo del papeleo sino que se trata de otra cosa. -Patrick bajó la mirada, parecía avergonzado, sólo se me ocurrió pensar que era porque lo intimidaba. Momentos como ese me hacían querer estar ebria y tener cerca a ese Patrick decidido que me cuidaba para que estuviera tranquila, era como si hubiese dos versiones de la misma persona tan distintas y desconcertantes que sería imposible escoger una sola.

Jugando a Seducirte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora