El número 5

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Llegué a la oficina con cara indiferente, como siempre. Casi todos me odiaban o tenían miedo y no veía por qué no lo harían, solía gritarle a todo el que me hastiaba en un mal día y, digamos que, todos los días, de un tiempo para acá eran, malos y fastidiosos.

Necesitaba algo con urgencia, algo que me quitara estas ganas de matar a todo el que pasaba a mi lado, necesitaba sexo.

Hace más o menos seis meses que no tenía nada de sexo. Sí, lo sé, increíble y deprimente, pero no era por mí, era porque la vida, al parecer, sólo ponía a idiotas en mi camino o a chicos ricos que creían que podían doblegarme, en lo que estaban muy equivocados.

“Ali contrata a cualquier chico, ten sexo y ya, sin compromisos, no emociones”, las palabras de  Cati, resonaban en mi cabeza.

Pero yo no era ese tipo de chica que hacía las cosas sin pensar, esa no era la manera que había llegado donde estaba, yo pensaba tanto las cosas que, a veces, terminaba sin hacerlas. Aunque eso sólo se aplicaba en mi vida amorosa, en mi trabajo ya era otra cosa ahí solía ser toda una perra mandona.

No podía hacer eso que me aconsejaba Cati  porque siempre me preguntaba si tenía una enfermedad, o tal vez tenía esposa e hijos y hacía  este trabajo para mantenerlos; y también estaba el asco de saber que había estado con tantas mujeres sólo por dinero. Esas eran las cosas que hacían que bajara mi teléfono y volviera a utilizar a Toby, él era el único que, por el momento, me satisfacía. Y, si se preguntan, sí, Toby es mi vibrador.

—Buenos días, señorita Alison. —Sonreí a medias, Sarah entro a mi oficina era agradable pero muchas veces estresante, trabajaba para mí desde hace más de dos años, así que tenía mi confianza y tolerancia.

—Buenos días, ¿hay algo para hoy? —Me senté en el escritorio de mi amplia y hermosa oficina.

—Caroline llamó y dijo si podían almorzar juntas. Hoy también tienes la junta con el señor Scott  y las entrevistas para tu nuevo asistente de oficina, ya que botaste a Jeff  el mes pasado; y, aunque me encanta tener más trabajo —dijo irónica—, no puedo cubrir todo yo sola.

Respiré levantándome y parándome frente al ventanal de mi oficina, la vista era una de las cosas que me tranquilizaba para tomar las decisiones y sí que necesitaba paz ya que al parecer nadie sabía hacer bien su trabajo.

—Dile a Caroline que hoy no puedo, tengo mucho trabajo.

—Pero ella…

—Sarah—dije alzando un poco la voz— sólo hazlo.

—Está bien. ¿Cambio la cita para otro día? —Me giré y la vi.

—Sí, dile que mañana con gusto puedo almorzar con ella. Con respecto a la reunión con Scott, cuando salgas de aquí, llámalo para que venga a mi oficina. —Di algunas vueltas mordiéndome el labio.

—Sabes que no puedes retrasar las entrevistas —musitó, alcé la vista y la miré mal.

Ella sólo sonrió. Sí, ella era un dolor de cabeza la mayoría del tiempo, pero me conocía. Para ella yo no tenía mal genio, sino que esta era mi personalidad, así que siempre estaba lista para mis ataques de ira. Tal vez si tenía razón y estar de mal humor era parte de mi forma de ser.

No era que quisiera darle toda la carga de trabajo que tenía, pero odiaba a los nuevos, eran tan… estúpidos, por decirlo de alguna manera. Había que indicarles todo y repetírselos, y odiaba repetir las cosas. A mí me gustaba la eficiencia, por eso, cuando Jeff me preguntó por quinta vez cómo me gustaba mi café y si podía irse más temprano porque, al parecer, tenía cosas que hacer, bueno… no reaccioné de buena manera.

Jugando a Seducirte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora