No quiero postre

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Me di vuelta en la cama quedando boca arriba, la cabeza me estaba matando, y lo peor fue cuando abrí los ojos y todo empezó a dar vueltas. Me froté la cara lamentándome. Después de unos minutos, en los que mi cabeza se tranquilizaba, me senté en la cama y puse mis rodillas contra mi pecho. Hubiese deseado que fuera una de esas borracheras en las que no recuerdas nada y sólo lo dejas pasar, pero esta no era una de ellas, recordaba hablar con ese chico, James, irme a esa discoteca y luego recuerdo partes de la conversación que tuve con Clark.

Clark, pensé eh instintivamente, llevé una de mis manos a mi boca y froté mis labios. ¿Qué demonios hice? Por Dios, me besé con él. No, no me besé, lo besé, porque recordaba muy bien cuando casi le supliqué que me besara.

¿Qué voy hacer ahora?, me pregunté. Él me podría demandar por acoso. Respiré con dificultad tratando de calmarme. No, eso no iba a pasar, lo más seguro era que renunciara o, en el peor de los casos, que tratara de chantajearme de alguna manera; aunque descarté esa idea. Por más que lo imaginara no podía pensar que Clark llegara a hacer eso. Todo se olvidaría, seguro que él no le daría importancia.

Me levanté. Aún tenía mi vestido puesto, lo único que no tenía eran mis zapatos, tal vez yo me los había quitado o fue él. Yo recordaba el momento en el que lo besé, pero luego no había nada, todo era negro a partir de ese momento. Fui al baño casi tambaleándome, al mirarme en el espejo mi horror era evidente... tenía el rímel corrido por las mejillas, el labial muy marcado por los contornos de la boca, por no hablar de mi cabello que parecía tener vida propia.

Después de darme un largo y extenso baño, el teléfono comenzó a sonar. Un repentino miedo se instaló en mi estómago, sacudí mi cabeza pidiendo a mi cuerpo que se calmara.

-¿Señorita Hoffman ? -preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.

-Sí, ¿quién es?

-Soy la asistente del señor Bennett. -Rodé los ojos, ya sabía quién era-. Él me envió a preguntarle si quería ir a almorzar con él y otros socios hoy al mediodía.

Quise resoplar pero me contuve.

-Dígame, señorita... usted... -musité con desprecio por no recordar su nombre y porque ella me parecía irritante -, ¿es por negocios?

-No, sólo es un almuerzo de compañía. -Con más ganas rodé los ojos. ¿Cuándo iba Bennett a entender que ni en mil años saldría con él bajo ningún concepto?

-En ese caso discúlpeme con él, pero además de estar indispuesta no me apetece ningún trato no laboral con él. Espero tengan un buen almuerzo. -Corté la llamada, tirando el teléfono en la cama.

Delante de la gran ventana de mi habitación me abracé dándome calor, aspirando un olor persistente del que, desde que me desperté, no me había podido desprender. Pensé que si me daba un baño se iría, pero no, todavía estaba en el aire. Respiré con más fuerza llenándome de él. Me cubrí la cara con las manos y resoplé, sabía qué era ese olor, es decir, sabía a quién pertenecía. Toqué mis labios y sentí un leve escalofrío en mi espalda, como si pudiera sentir su pecho contra ella.

Abrí de par en par los ojos con la respiración algo elevada. No, no y no, simplemente tenía que sacarme esos pensamientos y recuerdos de mi cabeza, no podía ser, esa no era yo. Me reprendí y me dije que todo estaría de nuevo bajo control, sólo debía hacer como si nada hubiese pasado, él no lo mencionaría, era Clark, por Dios, sí eso sería lo mejor, dejar esto en el pasado.

Tomé el teléfono y llamé a la recepción pidiendo que limpiaran mi habitación, entre más rápido se disipara ese olor, más rápido quedaría todo en el olvido. También pregunté por mi Volvo, recordé que lo había llevado al restaurante, pero luego sólo lo dejé, debía dejar de ser tan descuidada cuando tomaba.

Jugando a Seducirte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora