Capítulo 34

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Si mis pulmones no funcionaran en modo automático, posiblemente ya hubiera dejado de respirar con lo ocupada que estoy pensando en todo lo que me sucedía últimamente

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Si mis pulmones no funcionaran en modo automático, posiblemente ya hubiera dejado de respirar con lo ocupada que estoy pensando en todo lo que me sucedía últimamente. En estos momentos en los que no sé qué hacer es cuando más me pregunto si realmente soy inteligente o sólo aprendo lo que el ministerio de educación quiere que aprenda.

Se estaba haciendo tarde para el momento en el que entre al estudio de ballet, las niñas ya estaban saliendo de su última clase y caminaban de la mano de sus madres aun usando sus trajes de baile. Algunas hablaban emocionadas sobre la presentación que harían en unas semanas, algo que me provocó tristeza al recordar que Sophie participaría y que el evento familiar tal vez no sería tan familiar.

Añado a la lista otro problema:

—Posibles traumas que podría provocarle a mi hermana pequeña si sigo discutiendo con mi mamá.

Si Sophie fuera unos años más grandes, tal vez podría entender mejor lo que estaba sucediendo en casa, pero tuve su edad. Mis problemas comenzaron cuándo tenía su edad y prefiero que ella no pase por todo lo que yo he pasado... y sigo pasando.

—Amelia, ¿puedes venir un momento?

Me detuve al escuchar la voz de la directora, una famosa ex bailarina que había dejado el escenario para poner su pequeña academia de ballet. Bueno, era pequeña hasta que varias de las estudiantes comenzaron a hacerse famosas y ahora es una de las academias más prestigiosas ya que tienen la creencia que estudiar aquí significa llegar a la fama.

Yo creo que ningún lugar hace milagros si tu no luchas por conseguir la mayor meta de todas.

Aunque tengas que unirte a una batalla contra tu mente y tu cuerpo.

Entre a la pequeña oficina, admirando las vistas que tenía a través de la ventana, pues podía apreciarse el sol comenzando a bajar entre los edificios de la gran ciudad de Nueva York. Su oficina es más moderna que la del director de mi Instituto y ella presumía en sus estanterías varios premios y fotos de sus mejores bailarinas.

Me detuve frente a la estantería más cercana a la silla frente a su escritorio, sorprendiéndome al ver a mi yo de seis años junto a Kix.

—Fue una presentación muy divertida —habla cuándo me mira observando la foto y puedo escuchar una pequeña risa salir de sus labios—. Kix moría de nervios e intentaba lucirse frente a ti al mostrar indiferencia mientras que tu parecías un remolino queriendo destruir a todas las niñas que te declaraban la guerra.

—Kix siempre ha sido bueno haciéndose el fuerte, yo sólo fingía serlo para no verme débil a su lado... —tomo la pequeña medalla al lado, suspirando por ese tercer lugar— ni siquiera recordaba haber ganado un premio.

—Has ganado mucho más que sólo un premio de tercer lugar, pero nunca quisiste saber de eso.

Hago una mueca recordando las palabras que una chica de quince años soltó un día en el que se vino abajo por una crítica que nunca debió leer.

Now Or NeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora