Amelia, la chica con las mejores notas del instituto, tiene un propósito muy claro en su vida: entrar a Harvard cueste lo que cueste.
Sin embargo, nunca creyó que eso la llevaría a formar parte del equipo de porristas, a acercarse más al capitán del...
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Quiero creer que la vida te hace cambiar para bien o qué lo hará conmigo. He visto personas cambiar después de haber sufrido, por un milagro o por el esfuerzo de mucho tiempo reparándose, pero significa que no es imposible. ¿no?
Nunca me consideré una mala persona, aunque en ocasiones no lograba contener palabras que podrían herir a los demás. Eso no debería contar porque no es con la intención de lastimar. Sin embargo, sé que soy la villana de una historia de amor.
Y los villanos no consiguen su final feliz.
—¿Quería hablar conmigo, profesor?
Mi profesor favorito de historia se dio la vuelta, cerrando el folder que leía y dejándolo en el escritorio. Me señala la silla al otro lado del escritorio, así que tomo asiento sin dejar de mirarlo. Ser llamada al aula de profesores nunca es bueno...
—Terminé de evaluar tu trabajo, Amy —me explica con una sonrisa en sus labios cuándo toma asiento, pasándome el trabajo que sacó de la gaveta de su escritorio—. Para haberlo hecho con poco tiempo, estuvo mejor que muchos.
—Gracias, intenté esforzarme lo mejor que pude.
No voy a admitir que me costó noches de desvelo, ni que tuve crisis mientras lo escribía y que termine con diez borradores guardados en mis archivos porque mi perfeccionismo me exigía dar mucho más siempre.
— ¿cuánto tuve? —pregunto cuándo abro la portada, sin ver ninguna nota marcada con su pluma roja favorita— ¿setenta por ciento?
—No tienes nota.
Mi cerebro se quedó en blanco durante unos segundos, aun procesando sus palabras.
—¿Que? ¿por qué?
Mi corazón parecía querer salir de mi pecho por el miedo, la ansiedad y el completo pánico al saber que este trabajo formaba parte de mi paso hacia mi graduación.
—No me pareció correcto calificar algo que contiene tus sentimientos y tu forma de ver la secundaria. —explica con calma, intentando calmarme al ver mi rostro que seguro está pálido, como si un fantasma hubiera aparecido frente a mí y me hubiera dicho "no vas a graduarte, inténtalo el año que viene"— Eres tú, entre los párrafos y las oraciones, lo que aprendiste y de lo que te arrepientes. No soy nadie para juzgar eso.
—Si nos basamos a eso, ningún profesor debería calificar la inteligencia de todos los estudiantes o la capacidad que tienen para retener datos —mi voz se eleva, siendo un poco chillona al mostrar mi indignación, aunque sus palabras me parecían algo tiernas—. Esto es muy hipócrita de su parte, profesor Rayan.
Asiente sin dejar de sonreír divertido con mis palabras, aunque otro profesor ya me hubiera mandado directo al aula de castigo.
—Amy, ¿puedes leer el capítulo dos de tu historia?
No. Digo, si puedo leer porque aprendí cuándo era una niña y por eso estoy por graduarme, pero no quiero leerlo en voz alta.
—"Los adolescentes podemos sufrir un gran shock psicológico cuando el estatus cambia... y no es broma. Es como cambiar la mantequilla de maní en tu sándwich por un atún." —leo en voz alta, evitando las frases que me ponían sensible y me hacían pensar de nuevo en el desorden que tengo en mi vida—. Es un hecho histórico. Si no me cree, pregúntele a mi papá. Él es la prueba de lo que pasa cuando cambias de estatus social.
