Capítulo 1.

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Como Lady Abril Appleton Eastwood, me dirijo a mi próximo destino y no tardaré en llegar. Desde la ventana de un elegante carruaje, observo a los agricultores trabajar en la tierra sudorosos, pero satisfechos por su esfuerzo.

Cierro los ojos nostálgica imaginando mi casa, y con una media sonrisa pienso en cosas positivas, porque a pesar de todo, tengo que estar muy agradecida con la vida que me ha tocado, aunque eso signifique casarme sin sentir amor, para convertirme en la posible y futura duquesa de Snowshill.

—¿Lista cielo? —me pregunta mamá, arrugando su frente y su nariz, como siempre hace cuando está pensativa.

—Sí, madre.

—Debes recordar, que una buena dama hace mucho con una sonrisa —aconseja, puntualizando ese detalle.

—¿Así es como papá se enamoró
de ti? —pregunto curiosa.

—En efecto —afirma, como tantas otras veces.

No añado nada más, porque el carruaje se detiene y me doy cuenta de que hemos llegado.

Estamos frente a una mansión enorme con una entrada preciosa llena de flores. Un grupo de personas están en el umbral de la puerta, aunque no veo a ninguna chica de mi edad, se supone que vamos a ser tres.

La puerta del coche se abre y un lacayo me ofrece su mano para ayudarme ha bajar, después el hombre me da mi maleta y la cojo de inmediato.

Respiro hondo nerviosa, me esperan grandes cosas eso seguro.

Una vez que mamá está a mi lado, se agarra a mi brazo y juntas caminamos despacio, pero con mucha elegancia. Al llegar nos saludan con una reverencia, dejo el maletín en el suelo y la suelto con suavidad.

—Con permiso —dice una criada, que cuando hace una leve venia se va con mi equipaje.

—¡Hola! Bienvenidas a la masía de Snowshill —anuncia una mujer, dando unos pasos hacia delante —. Debéis de ser las Appleton, ¿cierto?

Asiento boquiabierta hipnotizada por su carisma.

—¡Excelente! Ya estáis todas —grita emocionada —. Encantada de conoceros, yo soy lady Jane Dankworth —se detiene y observa a su marido molesta, que sólo se limita ha sonreír en silencio —. Y este de aquí que no habla, mi marido, lord Dankworth.

—Queridas, espero que hayáis tenido un buen viaje —comienza ha decir por fin, el dueño de la casa, cuando se ha sentido regañado por su mujer —. Perdonar mi timidez, a veces se me olvida lo extrovertida que puede llegar a ser mi esposa —rebate en su defensa, arqueando las cejas burlón.

Se escuchan varias risas discretas por
parte de sus trabajadores, que siguen al pendiente de nosotros. Suelto una pequeña risa divertida y de súbdito, soy sobresaltada por Lady Dankworth, que con toda la confianza del mundo, me coge de la mano
y entramos dentro del palacio.

—Eso es cierto, a veces soy demasiado directa —admite audaz, encogiéndose de hombros con simpleza y guiñando el ojo —. Pero para mí eso es un punto a favor —. Me alegraría saber que eso no la espanta, lady Appleton.

—Oh, no —niego con la cabeza,manteniendo la calma mientras comenzamos poco a poco, ha subir las escaleras de la entrada —. Por suerte, estoy acostumbrada por mi padre, él es uno de los embajadores de la reina —informo orgullosa por él.

Lo echo de menos, viaja mucho y lo veo muy poco.

—¡Excelente! —celebra contenta —. Me caes bien, ¿lo ves querido? Aquí hay alguien que no me tiene miedo por eso —le hace saber, alzando la voz para  asegurarse de que la está escuchando.

—Te he oído, cariño —contesta lord Dankworth, sin ni si quiera volverse hacia ella.

—Mmm, hombres —se queja frustrada —. Estoy segura de que no.

—Te estoy oyendo —repite su marido, haciendo sonrojar a Lady Dankworth quien calla molesta.

—¿Madre?

Justo cuando Lady Dankworth tiene intención de seguir contradiciendo a su marido, aparece un chico en lo alto de las escaleras principales, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón.

Relajado se coloca la corbata y empieza ha bajar por las escaleras con una sonrisa ladina, esa sonrisa que me deja helada y sin apenas poder respirar, que me hace sudar y tener calor. Sacudo la cabeza aturdida y me muerdo el labio inferior.

Su madre va hacia él casi corriendo y rompiendo formalidades.

En cuanto me doy cuenta lo tengo cara a cara, sobresaltada ahogo una exclamación respirando con dificultad. ¡Oh, Díos mío! ¿Él va ha ser mi posible futuro marido? ¿Por qué no puedo hablar con él cerca? Jamás me ha pasado, yo nací para saber relacionarme con la gente, mi padre se encargó de enseñarme eso desde que tenía memoria, por eso él es embajador y espera que yo sea duquesa o algo por el estilo.

—¿Estás bien? —me pregunta ceñudo, ahogo una exclamación sorprendida y asiento, todavía un tanto conmocionada.

Él coge mi mano y con una reverencia, deposita un beso corto y suave en mis nudillos, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos y manteniendo esa sonrisa tan retorcida.

Sus ojos tienen cierto brillo de júbilo y un tono verde que hipnotizan.

—Encantado de conocerte, lady Appleton —se detiene y aprieta la mandíbula dubitativo, pero rápidamente vuelve ha mantener su compostura anterior —. Tienes las mejillas rojas —me susurra al oído, y a su vez toca mi frente fingiendo prestar atención a mi salud.

—¿Todo bien querida? —cuestiona su madre, ella hace rato que se había apartado de mí, y ahora estaba al lado de lord Dankworth —. No tienes buena cara.

—Sí, creo que es por el viaje —responde él por mí.

—Claro, yo también detesto los viajes —aprueba lord Dankworth —. Nada como estar en casa.

—Debe descansar —apremia él, volviendo ha cogerme de la mano —. Por cierto, me llamo Michael.

—Encantada de conocerte —contesto con un hilo de voz, aún sonrojada.

—Vaya, hablas —halaga sarcástico.

Cuando llegamos a la planta de arriba, él se separa de mí con una inclinación de cabeza.

—Aquí te dejo, lady Appleton.

—¿Ya? —pregunto inconsciente.

Él alza la barbilla y vuelve ha estar cerca de mí en cuestión de segundos.

—Eres la única que quiere conocerme a mí, en vez de a mi primo —comenta con sorna.

—¿Por qué dices eso? ¿Tú no eres el duque?

Michael niega con la cabeza pesaroso.

—No —contesta tajante.

—¿Y quién es?

—Lo conocerás pronto —murmura con énfasis.

—¿Y tú quién eres? —exijo saber.

—Su primo, lord Michael Dankworth Dixon.

Y así sin más, se da la vuelta y se marcha haciendo que me quede muy atrás de los demás, y aún más confundida que cuando vine. Mi corazón da un vuelco, estoy en problemas ¿realmente quiero conocer ahora al duque? ¡Demonios!



LA PRIMERA (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora