Estoy a punto de acostarme cuando
alguien llama a la puerta de mi habitación.
Bostezo con sueño y acudo enseguida ha regañadientes. Camino con torpeza consiguiendo llegar y la abro, dando
paso a un lacayo que me observa atormentado.Me quedo mirándolo pasmada y boquiabierta, parpadeando para
comprobar el estado del pobre hombre,
que se retuerce las manos inquieto
y sin dejar de mirar a sus espaldas.—¿Todo bien señor? —pregunto con amabilidad.
—Debe venir conmigo —pide con súplica.
—¿A estas horas? ¿Por qué?
—Lord Dankworth reclama su presencia.
—¿El duque?
—No, su tío —responde con voz trémula.
Me quedo paralizada palideciendo, no es normal que reclamen mi presencia ha altas horas de la noche. Es urgente por lo que veo, con lo cual me pongo mi bata que está colgada en la percha, y me dispongo a ir hacia el despacho de lord Dankworth.
¿Tengo que ir en pijama? Estoy hecha un desastre.
No me ha dado tiempo ni de asearme,
¿Y si decide que mi presencia aquí ya no
es necesaria? Puede que el duque haya elegido ya esposa, y de entre nosotras
tres sea Evangeline la afortunada, sin ni
si quiera habernos dado una oportunidad
a las demás.Me dolería mucho, aunque en el fondo sé que incluso mañana puedo salir de aquí por la puerta grande. Trago saliva con los nervios a flor de piel y agacho la cabeza decepcionada. Me muerdo el labio inferior cuando llego al lugar, instintivamente doy un paso atrás y el lacayo me empuja con suavidad hacia delante.
Entro cohibida y me encuentro a Michael con su primo, uno a cada lado de lord Dankworth.
No se dirigen la palabra, porque sólo se limitan ha contemplar todo con consideración.
—¡Lady Appleton! —exclama su tío con júbilo.
De súbdito se escucha un grito y mis ojos se centran en una mujer, que está sentada frente al escritorio de lord Dankworth.
Es Lady Lily, la hija de un vizconde de Irlanda. Hace mucho tiempo que no nos vemos y es una de mis mejores amigas.Cualquiera querría estar a su lado, es carismática y bromista. No necesita la
ayuda de nadie para organizar una fiesta con tan sólo su presencia. Se casó cuando cumplió los dieciocho años, me lleva ventaja en el matrimonio, cuando yo con la edad que tengo sigo soltera y sin marido.Ambas tenemos la misma edad, veintidós años, pero es más sabia sin lugar ha dudas y es libre de hacer lo que quiere aún estando casada. Ningún conde, barón o marqués, ha sido capaz de callarla todavía.
Se levanta de la silla tirándola al suelo, y se lanza a mis brazos para darme un fuerte abrazo.
—¡Qué alegría! —exclama, saltando emocionada.
—Lady Doyle, me alegro de verte.
—¿Ahora con formalidades?
Puedes tutearme —pide con exigencia,
sin soltarme las manos y volviéndose
al duque con altanería — ¿Este es el
hombre que reclama tu presencia? —pregunta un tanto indiferente,
señalando descaradamente al
duque con el dedo pulgar.Asiento conteniendo la risa y me muerdo el labio inferior, ahogando una exclamación de sorpresa sobresaltada por su soltura delante del duque. Ella lo estudia de arriba abajo ceñuda, apoya las manos en su cadera y da golpes en el suelo con el tacón de su zapato.
— Si no te elige... —hace una pausa, ignorando a todos para aclarar su garganta — Conozco al hombre perfecto para ti —asegura satisfecha.
Miro de reojo a Michael para ver su reacción y está realmente molesto.
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LA PRIMERA (TERMINADA)
Ficción históricaTres damas de alta cuna, tendrán la posibilidad de ser la duquesa de Snowshill, ¿y quizás por qué no enamorarse?