Capítulo 14.

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Cuando es casi media noche alguien llama a mi puerta, tanto Helena como Rose se hacen las dormidas. Yo me ocupo de abrir y las dejo atrás, para reunirme con el duque y siendo guiada por uno de sus lacayos.

El hombre no me indica nada que pueda predecir qué es lo que me ha preparado el duque, tan solo me queda esperar porque es de pocas palabras y un tanto malhumorado.

Al llegar a la azotea después de caminar un rato, una brisa fresca me recibe dando la bienvenida, y un cielo oscuro iluminado por la luna y las estrellas. A lo lejos se divisa Londres iluminado por antorchas en llamas. Hay velas en el suelo y pétalos de rosa, también unas mantas y cojines, con una cesta que contiene una botella de vino y dos copas de cristal.

—Es precioso —observo con detalle.

—Vengo mucho ha pensar aquí cuando quiero estar solo, o la gente me atosiga —me explica, bajando el tono de voz y fijando sus ojos en los míos —. Ahora mi rincón secreto también es tuyo.

—¿Se lo dices a todas también? —pregunto con recelo, sin percatarme de que he soltado una duda que tenía en mente hace tiempo —. Lo siento, es cosa tuya —me disculpo ruborizada.

—No pasa nada —contesta airoso,
mostrando una sonrisa maliciosa y
restando importancia —. Y no, con Evangeline hace tiempo que no tengo
citas —para de hablar, y se acerca
para obligarme a mirarlo — y con Rose,
ni si quiera he tenido un primer encuentro.

—Hablando de eso... —susurro, retorciéndome las manos nerviosa —. Podrías al menos tener una cita con
ella, aunque sea quedar como amigos —añado con delicadeza, agachando la
cabeza y viéndome comprometida a
que mi amiga, también se gane ese
derecho, o al menos aprecie su lealtad.

Oliver pone los ojos en blanco y gruñe frustrado.

—No te entiendo, hace nada protestas celosa ¿Y ahora quieres que tengas más citas con ellas? —espeta contrariado, zarandea la cabeza y se rasca el cuello desorientado.

—No te digo que la beses, pero al menos, darle la oportunidad de expresar su deseo de ser duquesa —digo con cabezonería, mordiéndome el labio  inferior y volviendo ha mirarlo a los ojos con admiración.

—No hagas eso, no me pidas esas cosas y te muerdas el labio —contesta con voz ronca —. Es la debilidad de cualquier hombre.

Comienzo ha reír y me acerco despacio, cruzando los brazos por detrás de la espalda, y como quien no quiere la cosa cuando estamos frente a frente, me lanzo y lo beso con devoción, dejando que su lengua juegue con la mía y me muerda el cuello con mimo.

Oliver deja de besarme y gruño molesta, quiero más. Él empieza ha reír y niega, alzando una mano y señalando la manta. Obedezco entre protestas y me siento cómodamente, él también y coge una de las copas para servirme un poco de vino.

—Con cuidado, el vino sube más rápido que cualquier wisky —aconseja, arqueando las cejas burlón, y haciéndome recordar ese momento tan vergonzoso.

—Descarado.

—Inocente.

—Malhumorado.

—Cabezota.

Cuando terminamos nuestra avalancha
de palabrotas, volvemos ha reírnos y brindamos para beber un sorbo de vino
por último. Dejamos las copas a un lado y respiro hondo, sintiéndome cómoda y protegida a su lado, como si iluminara su oscuridad lentamente hasta no dejar ni rastro de su tristeza.

Él echa un mechón de mi cabello hacia atrás, y deja que apoye mi cabeza en su hombro.

—Me gusta tocar el piano como a ti —me hace saber, mientras coge mi mano y entrelaza sus dedos con los míos —. Mis padres murieron antes de tiempo, y por desgracia yo lo presencié todo siendo muy pequeño.

LA PRIMERA (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora