Capítulo 6.

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Cuando nos detenemos él pone los pies en el suelo primero, y luego me ayuda ha bajar a mí. Sujeta las riendas del caballo en el tronco de un árbol, para que aproveche y coma hierba fresca, luego caminamos un poco por un sendero lleno de flores. En un claro diviso una manta de cuadrados rojos y blancos, extendida sobre la hierba y con una cesta llena de comida y una botella de vino.

Me quedo inmóvil y ruedo los ojos conmovida.

Nadie ha hecho esto por mí, jamás.

Echo un mechón de cabello detrás de mi oreja y recojo la falda de mi vestido, para sentarme con cuidado en el mantel al lado de Michael. Nos quedamos mirando por unos segundos en silencio, sin atrevernos ha decir nada. Es una sensación extraña, aunque realmente bonita.

—Te prometo que estaremos en palacio justo al mediodía —comenta con confianza, al ver todavía una sombra de duda en mí —. No quiero que esto intervenga en tu rutina, ni tampoco quiero ser una molestia.

—No molestas —murmuro con timidez, aceptando la copa de vino blanco que él me ofrece —. Me gusta romper la rutina siempre que puedo.

Michael abre la cesta saca una botella de vino blanco y quita el tapón, para servirlo en un par de copas de cristal, que brillan con el reflejo de la luz del sol. Después saca una bandeja de quesos variados y distintos patés.

Trago saliva y admiro la comida, no desayuné mucho porque me quedé pensando en lo que me dijo lady Dankworth, sobre la nueva actitud del duque conmigo.

—Estupendo.

Otro silencio, este un tanto incómodo.

Veo reflejados los árboles en sus bonitos ojos transmitiéndome paz y seguridad.

Tienen el brillo del amanecer que te dan la bienvenida y siendo sincera, me atrapan por completo. Me muerdo el labio inferior patidifusa y sacudo la cabeza contrariada.

Tengo que concentrarme.

Mi respiración se vuelve lenta.

—¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —me pregunta, frunciendo el ceño y fijando sus ojos verdes en los míos.

—Pasar tiempo en el jardín, leer o cabalgar —me detengo y analizo, miles de cosas que suelo hacer cuando no estoy tan ocupada —, y toco el piano todas las mañanas sin falta... ¡Ah, se me olvidaba! Cuando estoy de mal humor suelo practicar tiro con arco.

—¿En serio? Podrías enseñarme —insinúa Michael, bebiendo un sorbo de vino y dedicándome una sonrisa sesgada —. Nunca se me ha dado bien la música, sin embargo, a mi primo sí —añade eso último gruñendo.

—¿Por qué no os lleváis bien? —suelto con cierto atrevimiento, dejando fuera de juego a Michael.

Él me observa sorprendido y boquiabierto, entorna los ojos y mueve el cuello molesto.

—¿Cómo? —pregunta con voz queda.

Finge que no me ha oído, no quiere saber nada de su primo.

—Sé que lo has entendido —insisto tozuda.

Mi familia siempre ha estado unida, y cuando me encuentro en una situación como esta, de dos primos incapaces de ser como hermanos cuando se han criado juntos, es obvio que me choca.

Es algo que no soporto, puede que en eso sea entrometida y debo corregirlo, pero no puedo evitarlo. Están perdiendo mucho tiempo que podrían pasar juntos, luego pueden arrepentirse y se están distanciando demasiado.

Supongo que es porque casi nunca veo a mi padre.

Me gustaría tener mi propia familia y tener muchos hijos.

LA PRIMERA (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora