Capítulo 3.

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En mi habitación toco el piano aprovechando mi tiempo libre, y de súbdito llaman a la puerta, que se abre dando paso a mis criadas. Saludan con una reverencia y entran para peinarme un poco, y asegurarse de que no se me quitó el maquillaje.

Suspiro y dejo la música a regañadientes. Me levanto y salgo de allí para dirigirme al salón del té. Donde todavía no hay nadie, por suerte soy puntual por una vez, así puedo recompensar un poco lo de antes cuando llegué unos minutos tarde.

El duque aparece y yo lo saludo con una venia sin decir nada que no sea necesario. Cuando estoy ha su lado siento un remolino de emociones un tanto contradictorias. Parece que mi corazón se me va ha salir del pecho como siga latiendo tan alocado. Un hormigueo recorre mi cuerpo de arriba abajo y sin poder evitarlo, cuando me encuentro con sus ojos ya no hay marcha atrás, porque quiero admirarlos todo cuanto pueda.

¿Qué demonios me pasa? Sacudo la cabeza, pero sigo admirando su belleza. Nunca antes me he quedado tan hechizada por un hombre, incluso juraría que estoy flotando. El tono de sus ojos es como si estuviera observando un mar revuelto a pesar de tenerlos azul claro, no tiene sonrisa y quiero buscar su sonrisa, escucharlo reír.

¿Dónde estará su luz? ¿Dónde está el duque que quiero conocer? Me muerdo el labio inferior. Él al principio desvía la mirada sonrojado, pero luego se gira hacia mí y ya no la aparta, no me atrevo a hacer el más mínimo movimiento.

Mantengo una distancia prudente y sonrío.

Hay una corriente de electricidad que se expande en la estancia. Se escuchan pasos de fondo que hacen que se mueva con brusquedad y deje de observarme. Aclara su garganta inquieto y se ajusta la corbata.

Coloca un mechón rebelde de su melena negra que le llega hasta los hombros y se pone derecho.

—Vaya, sois los primeros —comenta sorprendida.

Ella nota que nos incomodó con su presencia y ladea la cabeza nerviosa. El duque la saluda con una reverencia y lady Dankworth, le da un beso en la mejilla colocando el cuello de su camiseta. Es un tierno momento que no quiero interrumpir, así que me aparto y me acerco a una ventana para admirar el paisaje.

Aunque de reojo, observo su rostro ovalado y su nariz recta y larga. Tuerce la boca cuando le preocupa cualquier cosa.

—¿Lady Abril? —me llama lady Dankworth.

Sacudo la cabeza distraída y me vuelvo ha acercar a ella.

—¿Qué tal? ¿te sientes cómoda aquí?

—Sí, el palacio es colorido y acogedor —hago saber gustosa.

—Fantástico, me alegra saberlo.

—Hola —mamá aparece y me da un beso en la mejilla.

—Lady Appleton, estaba hablando con su hija y es encantadora —dice complacida.

—Gracias, ha sido educada por su padre por eso tiene don de gentes —añade mi madre, que se da cuenta de que está el duque y se sobresalta. Lo saluda de inmediato y hace una reverencia siendo cautelosa —. Duque.

—Lady Appleton.

—Cierto, se nota que es hija de un embajador —concuerda lady Dankworth con mi madre, que alza la barbilla y estira los hombros hacia atrás con orgullo —. Debe de ser un alivio para ti.

—Sí.

—Mamá, para... —digo ruborizada.

Comienzan ha reír y yo miro a todos lados, queriendo huir en ese instante.

Vienen dos mujeres más bromeando y charlando. Cuando me ven junto al duque, fruncen el ceño y me observan boquiabiertas y con desprecio. Está claro que han congeniado y a mí me han puesto en el punto de mira.

LA PRIMERA (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora