Capítulo 4

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Meto las manos en los bolsillos del pantalón, apoyo la cabeza en la pared y miro de reojo a Donghae que sigue paralizado con los ojos clavados en la televisión. La tal Sunny informa de la supuesta situación de Aiden Lee, que para todo el mundo está enfermo y no puede salir a la calle. Oh, pobre Aiden, él quiere trabajar y estar con su fans pero no quiere contagiar a nadie. Pff...¡estupideces!

-Hyuk, necesito que firmes esto.

Doy media vuelta. Jungsoo me enseña un papel, el alta de Donghae. Sonrío. Cojo el bolígrafo y firmo. Al fin es la hora. Él se marcha con los papeles y yo camino hasta el castaño de mirada perdida, apagada, aguada. Me siento a su lado sin hacer ruido, la voz chillona de la rubia resuena aunque la televisión tiene poco volumen. Estiro el brazo hasta alcanzar el mando y pulso el botón rojo, la televisión se apaga y la cabeza de Donghae se agacha. Sé que está a punto de llorar. Le acaricio la espalda, el pelo y finalmente lo tomo de la barbilla para que me mire con las mejillas cubiertas por silenciosas lágrimas.

-Nos vamos a casa.

Solloza, pestañea y se inclina hasta rodear mi cuerpo con sus brazos y hundir su cabeza en mi pecho.

-No quiero volver. -Su llanto se vuelve cada vez más audible. Lo rodeo y abrazo con fuerza.

-No lo harás. Ya te lo dije, vamos a mí casa.

-¿Seguro? -No puedo ver su cara y tampoco tengo ganas de imaginar su rostro afligido, contraido por el llanto. Dejo que se entierre en mi pecho y acaricio su cabeza hasta que parece dejar de llorar, hasta que sus sollozos desaparecen y su cuerpo deja de temblar tan exageradamente.

-Seguro.

Los segundos, minutos, tal vez hasta media hora pasamos abrazados, conmigo susurrándole que todo va a estar bien. Porque lo va a estar. Porque voy a conseguir que sea feliz en casa y se olvide de todo lo que hace que quiera perderse, esfumarse, desparecer. Llego a pensar que se ha dormido cuando su respiración está tan tranquila que ni siquiera se mueve y no ejerce fuerza en el abrazo, aunque no me suelta y yo tampoco dejo de acariciar su cabeza.

Lo separo de mí. Está despierto, no llora y solo respira y parpadea, con su rostro neutro pero de ojos brillantes. Lo dejo sentado, lejos del mando de la televisión y con sus ojos marrones mirándome fijamente. Entro en el baño, mojo una toalla y me agacho entre sus piernas. Como si fuera un niño después de una pataleta, como si fuera el más preciado de todos paso la toalla por su rostro y le limpio las marcas de agua, también el cuello y las manos, sudados aquí dentro a pesar del exagerado frío que hace en la calle.

-Nos vamos -Susurro mientras delíneo su mandíbula con la toalla- así que necesitas ropa.

Mira de reojo ese armario con la ropa que llevaba cuando lo traje aquí. Solo el recuerdo me hace sonreír, aunque no debería, porque no es adorable, es lamentable. Dejo la toalla sobre la mesita y abro el armario. Saco la ropa con decisión y mirándola mientras vuelvo junto a él. Se levanta sin mucho esfuerzo pero sí con una diminuta  mueca de dolor. Muevo la cabeza de lado a lado, lo empujo y cae sentado.

-Que te hayan dado el alta no significa que estés curado. Te vestiré yo y cuando vayas a caminar me pedirás ayuda, ¿de acuerdo?

Sus mejillas se ruborizan de esa forma que tanto me gusta y si no fuera por la simple razón de que tengo las manos ocupadas ya hubiera cogido sus mofletes entre mis dedos. Sonrío interiormente y paso a desvestirlo, primero la camisa fuera y luego los pantalones. Le pongo la única prenda suya, los bóxers, y hago su piernas pasar por los pantalones más ajustados que encontré en mi habitación y aún así le vienen algo grandes. También unos calcetines y las zapatillas blandas del hospital.

Everybody's fool [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora