Capítulo 9

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Doy media vuelta, con los ojos apretados y abrazando la almohada que tengo entre mis brazos. Hundiendo la cabeza en la esponjosidad larga y que huele a vainilla, estiro el brazo para buscar a Hae. Gruño suavemente al notar como mi mano sale del otro lado del colchón. Parpadeo y dejo que mis ojos se acostumbren a la luz del nuevo día. ¿Donde está?

Bostezo. Me froto los ojos con pereza y me estiro; sin ganas, termino sentándome en el borde de la cama. Recorro la habitación con la mirada. La sensación de dolor en mi estómago vuelve a aparecer cuando veo aquella pared; el recuerdo de sus labios bajo los míos me hace temblar y miro el suelo casi al instante. Me llevo una mano al abdomen tratando de calmar la angustia que me entra cada vez que pienso en él, en nosotros y en lo que se supone que está pasando ahora. Me gusta Donghae y aunque no aún no lo he dicho en voz alta, tengo la sensación de que todo el mundo se ha dado cuenta.

Me levanto y cubro mi cuerpo con una bata azul y caliente. Recorriendo el pasillo lentamente hasta la cocina escucho un dulce tarareo y el sonido del aceite en la sartén. Llego a la puerta; mi pecho duele y un suspiro incontrolable sale de mi garganta cual jadeo. Donghae se rasca la parte trasera del cuello, el suéter gris le viene tan grande que lleva las mangas dobladas hasta los codos y algo viscoso cubre sus manos. Mamá canta mientras cocina a su lado.

-Ahora, y no te olvides de ponerle azúcar.

Me muerdo el labio para aguantar la risa que quiere florecer. Apoyo la cabeza y el hombro en el marco de la puerta sin dejar de seguir cada movimiento que Donghae entorpece. Mamá coge una tortita y la deja en la sartén; Donghae trata de repetir el proceso. No lo consigue. Se sonroja y salta hacia atrás cuando la tortita cae al suelo.

Mamá ríe. Y cuando me doy cuenta de mis carcajadas, veo su rostro avergonzado y sus brazos cruzados. Cojo aire para relajar los espasmos de mi cuerpo; me pongo recto, doy un paso al frente y le sonrío con la cabeza ladeada.

-Buenos días, hijo.

Mamá recoge la masa redonda del suelo y la tira a la basura. Pone una mano sobre la cabeza de Hae y le revuelve el pelo con cariño. Doy varios pasos más.

-Buenos días -estiro el brazo para limpiar la masa que mancha su mejilla roja y caliente y me la llevo a la boca después. Él aparta la cabeza nervioso y camina hasta estar al lado de mamá.

-Lo siento -tartamudea-, ¿p-puedo ayudarla en otra cosa?

-No, cariño -mamá me sonríe. Le acaricia la mejilla con tanta dulzura que puedo leer en sus ojos la compasión. Me aclaro la garganta-. Yo terminaré de hacer el desayuno.

-¿Y papá?

-Ha salido pronto. Un tal Sunghyun lo ha llamado para que dé clases de esquí a un grupo de niños.

Mi buen humor parece esfumarse como el humo, pongo los ojos en blanco y trato de no pensar en ese tipo. Donghae se acerca a mí y noto, casi como el secreto que es, su mano rozando la mía. No lo miro, pero el tira de mí fuera de la cocina con disimulo.

-Vístete, cielo.

-Oh -sus dedos se entrelazan con los míos. Mamá nos da la espalda y cruzamos la puerta-, sí...

Por el pasillo en silencio, casi como yo lo llevaba ayer pero sin tirar ni parecer enfadado; Donghae me dirige hasta nuestra habitación. Cuando entramos y después de ver como cierra la puerta, me suelta la mano y me mira con ojos brillantes. ¿Qué le pasa ésta mañana?

Mira a los lados aunque obviamente la puerta está cerrada y nadie nos puede ver. Antes de que pueda decir nada, me besa casta y súbitamente. Un beso tan corto que me deja con los labios en forma de pico y los ojos abiertos.

Everybody's fool [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora