Capítulo 17

940 100 5
                                    

11 de febrero, 2022

Lo único que puedo hacer es quedarme viendo el techo de la habitación de Tamara.

Porque me duele incluso ver el techo de mi habitación.

Tuve que dormir aquí. Porque cada cosa me recordaba a Jacob.

Joder. Hasta pensar en su nombre duele.

Nunca pensé que alguien me iba a lastimar tanto que hasta duele su nombre, todo lo que pueda a llegar a relacionarse con esta persona y que sienta que las ganas de llorar jamás se irán.

Que la herida jamás sanará.

Que el recuerdo siempre dolerá.

Que el corazón jamás se unirá.

Y que permanecerá roto, por más que algunas piezas vuelvan a su sitio. Otras piezas, quedaron con él, se las adueñó y jamás volverán. Esos pequeños huecos permanecerán vacíos... rotos... incompletos...


—Cariño, va a llegar un paquete para mí ¿Podrías... tomarlo cuando llegue?

Mamá me habla con suavidad, como si fuese a romperme si me habla brusco.

Lo que no sabe. Es que no hay nada que romper. Porque todo está roto.

—Claro —contesto y corto.

Ni siquiera suena música. Se me fueron las ganas de todo. Hasta de llorar.

Por la mañana Fede se fue y me dejó el desayuno en la mesita de noche, pero no tengo hambre.

Y sabes que te dolió demasiado cuando se te cierra el estómago y tus ojos ya no pueden largar más lágrimas.

El timbre suena y con pereza me levanto a abrir para recibir el paquete de mi madre, sabiendo que debe ser un bolso nuevo.

Pero cuando abro la sangre se me hiela al ver a Jacob.

Intento cerrar la puerta. Está claro que no me deja colocando su mano en esta, haciendo que por poco se la apriete.

—¡Por el amor a Dios, Jacob! ¡Casi te cierro la puerta en la mano! —de forma completamente involuntaria e inconsciente tomo su mano y verifico que sus dedos estén sanos, lo cual confirmo—. No vuelvas a hacer eso.

Suspiro y cuando mi conciencia vuelve a su lugar, me doy cuenta de lo que estoy haciendo y me alejo rápidamente de su tacto, de su cuerpo y de su mera presencia.

Pero cuando quiero cerrar la puerta, este la toma, entra y la cierra detrás de él.

—Escúchame, por favor —se adelanta al ver que iba a echarlo.

Me permito observarlo, aunque duela.

Tiene el pelo desordenado, ojeras y los ojos rojos, incluso está un poco pálido.

—Tienes toda la razón al no creerme y no perdonarme... pero... voy a ser un idiota y decirte que lo hagas, que me perdones.

—¿Te crees... que no quiero hacerlo? —siento mi garganta doler de sólo hablarle y mi cabeza de sólo escuchar su voz.

Y cuando pensé que ya no podía seguir llorando. Las lágrimas se acumulan en mis ojos nuevamente, obligándome a tratar de retenerlas, pero el dolor a veces es tan fuerte que no lo logras por más fuerzas que hagas por tratar de impedirlo.

—Querías utilizarme solo por un momento, ya lo hiciste, ahora puedes desecharme como pretendías hacerlo en un inicio.

—Bel... por favor...

Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora