16

121 10 36
                                    

Los asesinos continuaron su patrulla en el perímetro mientras Selina, ya vestida con su traje miraba a través de sus binoculares. Contó 7: tres en la entrada de la cueva, uno en la pasarela este, uno en la pasarela oeste y uno en cada una de las torres. Dado el cambio de turno al amanecer, cambiarían de nuevo al mediodía o esperarían hasta la puesta del sol.

Había varias "ventanas" en la fachada, grandes aberturas negras que conducían a quién sabe donde. Por desalentador que fuera, tendrían la mejor oportunidad de entrar por la ventana al final de la pasarela oeste, ya que estaba más cerca de su posición actual. Estarían entrando a ciegas. ¿Sería suficiente la cobertura de la noche? No había ninguna luz que pudiera ver, pero eso no significaba que los hombres de las torres no tuvieran gafas de visión nocturna o sensores infrarrojos.

Selina chupó el chocolate de la mezcla de frutos secos; se dio cuenta de que el chocolate era rico. Este era un chocolate extranjero de primera calidad con el que no hubiera soñado cuando estaba robando en las bodegas para sobrevivir. Probablemente tenía 16 años antes de descubrir que había otros tipos de chocolate además de Hershey's o, si era realmente elegante, Dove.

Bruce se movió en sueños, inconscientemente rodando más cerca de ella. Ella lo miró con la boca floja, como recordaba habían pasado el mejor rato de su vida. Ella fue feliz, pero también pensaba que no estuvo bien. No aquí, en esta cueva con la muerte patrullando las terrazas del escondite de un loco. Hubiera preferido que fuera en un lugar más tranquilo, y al menos con un colchón.

Por supuesto, ella lo amaba; pero después de esta noche era posible que nunca volviera a tener la oportunidad de abrazarlo, y de estar junto a él.

Suspiró y volvió los ojos a los hombres de la Liga de Asesinos. Y aun así, pensó en un mejor futuro, que si lo había... si había un mañana para ella; quería que ese mañana incluyera a Bruce.

Una hora y cincuenta y nueve minutos después de quedarse dormido, Bruce se despertó y se sentó derecho.

-Me asustaste – jadeó Selina, sorprendida. La adrenalina envió su corazón a sus costillas a 160 kilómetros por hora. Rodó sobre su vientre y recogió sus binoculares –

-Ahí es – susurró Bruce –

-¿Qué?

-Esa roca en la parte superior del desfiladero – señalo el con el dedo – Si la volamos, crearemos una distracción suficiente para hacer nuestro movimiento.

-Pensé que estabas dormido.

-Estaba.

-¿Te diste cuenta de eso mientras dormías? – preguntó ella, incrédula. Un leve giro de su cabeza le dijo todo lo que quería saber – Que eficiente.

-¿Yo me perdí de algo? – preguntó Bruce mientras miraba a los guardias –

-Nop. Pude descargar aproximadamente la mitad de la información que Oracle nos envió sobre la biotoxina – Selina señalo el módem satelital en el bolso – ¿Recuerdas el acceso telefónico? Esto es más lento.

-¿Qué dijo ella?

-Nada bueno. Por lo que puedo deducir, es tan contagioso como el sarampión y tan mortal como el ébola.

De repente, el sonido de un gong resonó en el desfiladero. Selina miró a su reloj: era mediodía. Los guardias matutinos estaban siendo reemplazados por guardias nuevos.

-Fantástico – se quejó ella. Esta misión se hacía cada vez más difícil –

Se movieron al anochecer.

Selina se puso su capucha con las orejas y tomó su posición. Bruce se quitó el equipo restante del traje y se movió para abrocharse la capa. Era extraño verlo sin la capa. También fue impresionante para Selina. Había convertido su cuerpo en un arma con nada más que determinación y voluntad. Y lo había hecho todo para ayudar a una ciudad y a un mundo al borde del desastre. Aunque sus objetivos originales no podrían ser más opuestos, ella entendió lo que era tomar el asunto en sus propias manos y convertirse en algo más que una ladrona.

Sin pensarlo, Selina dio el pequeño paso a través de la cueva estrecha, colocó sus manos a los lados del rostro de Bruce y lo besó, rápido y ligero.

-Para la suerte – dijo ella, dando un paso atrás. Se lamió los labios lentamente, las lentes de su capucha escondían cualquier pista de lo que estaba pensando –

-No creo en la suerte – dijo Bruce. Cerrando la distancia entre ellos, colocó una mano en la parte posterior de su cabeza y la atrajo hacia un beso profundo –

Había anhelo en ese beso; anhelo y tristeza y deseo y esperanza. Selina tenía todo lo que había sentido por él en todos los años que tenían persiguiéndose en los tejados. En sus brazos, con sus labios presionados contra los de ella, Selina estaba asombrada de al fin sentirse como en el cielo... tan cerca de la salvación.

Pronto... demasiado pronto, se acabó.

Dando un paso atrás, Selina volvió a sí misma. En silencio, vio el temporizador digital en el guantelete de Bruce contar hacia atrás. Cuando llegó a cero, el arrojó el Batarang explosivo a control remoto por la entrada de la cueva.

Lo manejo con cuidado, el punto de puntería infrarrojo lo guió. El aire estaba quieto y el Batarang alcanzó su objetivo previsto sin problemas. Cinco segundos más tarde, el plástico explotó, enviando una gran explosión tirando rocas cerca del lado este de la fortaleza. Como era de esperar, todos los guardias abandonaron sus puestos y se dirigieron hacia el sonido de la explosión.

En el momento justo, Batman disparó la tirolina hacia la roca junto al punto de entrada previsto. Después de comprobar si estaba seguro, ambos agarraron los guardamanos y cruzaron silenciosamente el desfiladero.

Una vez que aterrizaron, Batman cortó la tirolesa y se deslizaron por el agujero en forma de ventana tallado directamente en la pared del acantilado. Comprobó el cronómetro. Habían completado la entrada en 32 segundos.

La fase uno estaba completa. Ahora vino la parte difícil: encontrar a Ra's.

Catwoman: Tres temporadas en Gotham CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora