20

121 12 39
                                    

Mientras Batman y Catwoman atravesaban en una motocicleta el camino que llevaba hacia el portón negro, las vívidas imágenes de lo que Bruce acababa de pasar con Talia seguían entrando y saliendo de su cerebro.

¿Qué la habría orillado a cometer tal locura?

¿Qué la habría hecho separarse de su padre y actuar ella sola?

A pesar de haber estado combatiendo a los criminales por casi veinte años, Bruce supo que realmente no entendía a ninguno de ellos. Ni a Joker, a Two-Face, o a Talia...

La voz de Selina hizo que volviera en si para concentrarse en el camino hacia su fortaleza mayor.

-¿Qué viste en ella? – le pregunto Catwoman, que iba volteando a todos lados en la jungla – Es decir... está loca.

-Pues, yo era joven. Cuando salí a la aventura a entrenar por el mundo, llegue al monasterio de Ra's... de la Liga de Asesinos – comenzó a decir Batman mientras mantenía la vista fija en el camino y en el freno en la motocicleta – Ella fue la única que se comportó como un ser humano conmigo.

-Entonces ya tenía su plan desde ese entonces – Selina le lanzo una mirada desaprobatoria – Es decir... tres puntos. Uno: todo en mi es natural, y por lo que me dices... Talia ha estado toda su vida metiéndose a las aguas del Pozo de Lázaro, por lo que eso no cuenta. Dos: se viste como si viviera en la Persia del año uno. Ya está pasadísima de moda. Y tres: es una megalomaniaca que quiere destruir a la humanidad. Yo podre ser una ladrona, pero ¿Destruir a la humanidad? – Selina le lanzo eso así como así. Casi como si le recordara uno de los errores más grandes, pero pareciera que era una de las cosas por las que Selina le agradaba. Ni siquiera Alfred era tan directo con el – Pero está bien, creo que podemos enmendar nuestros errores.

-Claro – contesto Bruce mientras detenía la motocicleta en lo que parecía ser una caseta de peaje abandonada y al lado una motocicleta que parecía recién estacionada – Después de todo... no es tarde para ti, ¿o sí?

Selina no supo cómo responder a eso, a lo que solo pudo sonreír. En ese mismo instante un cuerpo inconsciente cayo del techo de la caseta, por lo que Selina se puso en guardia, aunque a Bruce no se le hizo extraño.

-Tranquila – dijo Batman alzando su mano – Esos son mis refuerzos.

Cuando subieron al techo, todo lo que estaba había allí era Robín, apoyado en el poste de la banderilla y con esa sonrisa tan burlona que siempre había caracterizado a Dick Grayson.

-Si sobrevivimos a esto... – dijo Robín – recuérdame darle un golpe al imbécil de Hal Jordan.

-¿Por que? – preguntó Batman –

-Me dejo el Flying Fox en el hangar y tuve que volarlo como pude. Y la verdad vengo más preocupado por que le di un raspón en el ala derecha y mi moto...

-¿Qué hiciste qué? – Batman se sorprendió y activo la computadora en su guante para ver el estado de su aeronave –

En eso, Catwoman se acercó a Robín, cortando el resto de la conversación que estaban teniendo los dos hombres.

-Así que tú eres su hijo – le dijo Selina –

-¿Eh? – preguntó Robín –

-Está bien – dijo Catwoman – Bruce me lo dijo.

-¿Quién te lo dijo? – Dick rio, incrédulo ante lo que escuchaba –

-Oh... sí, supongo que yo también lo sé.

Robín miró a Batman por encima del hombro de Catwoman.

-¿Alguna otra sorpresa de la que quieras contarme... Bruce ? – Dick le dijo –

Catwoman: Tres temporadas en Gotham CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora