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Lo primero que extrañó a Selina fue la ventana del departamento abierta de par en par. La vio desde fuera, mientras se acercaba al edificio, y sin saber por qué, le resultó raro. Luego, conforme sus pasos le llevaban hasta la puerta de entrada, fue dándose cuenta de que el marco estaba roto.

Aquello terminó por decidirle y como alma que lleva al diablo, entró en la casa.

-¡Holly! – Selina gritó cuando vio que la sala estaba en completo desorden. La puerta estaba arrancada de sus pernos y todos los muebles del lugar se esparcían por el suelo – ¡Holly!

Siguió gritando hasta que comprobó que la casa estaba vacía. Derrotada, se arrodilló en el suelo y lo golpeó con todas sus fuerzas. ¿Por qué había tenido que ir a robar? ¿Por qué se había separado de Holly? Debía haberse quedado con ella, cuidándola y protegiéndola. Pero no. Decidió hacerse la mejor ladrona y dejarla sola. Un odio que creía olvidado volvió a resurgir en su interior. Su vista se nubló cuando se levantó del suelo y de un golpe de rabia rompió un espejo que había en una cómoda cercana. Su corazón palpitaba a cien por hora cuando cayó presa de la cólera.

Entonces vio una nota pegada con un imán en el refrigerador.

"SI QUIERES A TU AMIGA CON VIDA, ENCUENTRATE CONMIGO EN EL ALMACEN 34 DE MASON. AV."

Stan... hijo de perra. Tú la secuestraste. Pero me subestimas por que voy a ir a salvar a mi amiga. Y a ti te matare cuando te encuentre.

***

Era bien entrada la noche y la nave industrial no era un sitio caliente. La piel de Holly se erizó, más a causa del miedo que del frío. Se hallaba tirada en el suelo, con las manos atadas tras la espalda, encerrada en una pequeña habitación iluminada únicamente con una bombilla que colgaba del techo. A su derecha, un ventanal le mostraba el cielo oscuro de la noche.

Tras la puerta cerrada se escuchaban sonidos. Pasos, algún que otro gruñido, algo que se arrastraba por el suelo. Presa del pánico, la joven intentó sentarse y deslizarse hasta la pared más alejada de la puerta. No podía entender por qué, pero se sentía más segura allí.

Todo había ocurrido tan deprisa que apenas podía poner en orden sus pensamientos. Recordaba que, después de cenar, Selina había salido. Le dijo que robaría algo que la sacaría a ambas de ese lugar, pero que volvería lo antes posible. Cuando se fue, ella se tumbó en la cama, dispuesta a descansar e intentar olvidar lo sucedido. Entonces, la puerta de la casa saltó de un golpe y un hombre entró violentamente en la habitación. Ella intentó escapar, pero el desconocido era demasiado fuerte.

Lo siguiente que recordaba era haber despertado en aquél lugar, muerta de frío y atada con cinta de carrocero. De pronto, la puerta que le separaba de los sonidos extraños se abrió y apareció Stan cargado un cuerpo sobre el hombro. Una bolsa de tela colgaba de su brazo derecho. Cuando estuvo dentro dejó el cuerpo sobre el suelo y la luz de la bombilla iluminó el rostro de una mujer hermosa de piel oscura. Tenía la ropa desgarrada y varias heridas abiertas en sus brazos expulsaban pequeños hilillos de sangre sobre el suelo. Parecía estar casi muerta.

Stan volteo y observó a Holly. Ella vio en sus ojos la misma mirada que había visto cuando había intentado violarla el día que Selina la había rescatado. Se encogió contra la pared inconscientemente y entonces calló en la cuenta de que solo llevaba puesta la camiseta de Selina y sus pantalones de dormir. Su corazón comenzó a bombear al imaginarse lo que tanto temía. Su secuestrador dio un paso al frente y se agachó frente a ella. Con una sonrisa desquiciada en el rostro, levantó el cuchillo que portaba en la mano.

-Eres una niña muy hermosa – siseó mientras acariciaba con la hoja del cuchillo el brazo de la muchacha – Es una pena que no tengamos tiempo de divertirnos. Pero dentro de un rato... – añadió Stan en un susurro, acercando sus labios al oído de Holly – podremos jugar.

Catwoman: Tres temporadas en Gotham CityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora