Capítulo 5: Mi amigo Bill

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Bill había pasado por mí a la preparatoria, y me acompañaba a casa entre bromas mientras yo patinaba lentamente en la acera. Mi amigo se veía como siempre, cansado pero divertido.

No llevaba una vida sorprendentemente buena. Bill tenía serios asuntos con drogas que era muy difícil de explicar. No conservaba una relación afectiva con su familia, todo lo contrario, habían decidido dejar de apoyar a Bill desde muy joven. Él pretendía estar perfectamente bien aunque no lo estuviese, y eso era algo que me ponía a pensar a veces; aunque no lo quisiera me parecía mucho a Bill en algunos aspectos. Los dos buscamos salir de la realidad mediante la noche, las fiestas, el alcohol, las drogas. Vivíamos en un desgaste que era necesario para poder sentir ese alivio.

Bill no era malo, solo se hundió un poco más que yo. Él era agradable, carismático y leal, todas las cualidades para ser un buen amigo, a excepción de que él como yo sabíamos que la influencia era fuerte en nuestras vidas. Sin pensar, nuestro círculo social nos arruinaban cada vez más.

—¿En serio le sacaste el dinero de los bolsillos?

—Era de esperarse. Necesitabamos ese pago rápido.

Mi amigo rió a boca cerrada, con las manos en los bolsillos de su pantalón desgastado. No podía creer como Bill caía muchas veces en la indigencia, desde no comer muy bien hasta vestirse como un vagabundo. Pero era algo que no podía cambiar, aunque así lo quisiese. Bill no era una persona de pedir ayuda, tampoco de aceptar caridad (como él lo veía).

Bill quedó en silencio por unos instantes, caminando como si nada, pensativo.

—Moira.

Muy rara vez me llamaba Moira. Siempre había sido Agatha para él y nuestros amigos. Pero cuando lo decía, era porque de verdad el momento era serio.

—Dime.

—Algunas veces me he sentido culpable.

Detuve mi andar, y lo observé con dudas mientras él se detenía.

—¿Por qué te sientes culpable?

Bill me miró como sí lo que decía era más que obvio, y es que lo entendía. Podía entender lo que sentía, y lo que faltaba por sentir.

—He echado a perder tantas cosas. Y estos jodidos asuntos me tienen hasta el cuello, sobretodo porque he estado metiéndote en todo esto— Hizo una pausa— El dinero que debemos, todo lo que implican estos trabajos; de verdad que no mereces todo ésto.

Observé como mi amigo se frustraba por todo el peso que cargabamos en nuestros hombros.

Desde hace unas semanas debemos un dinero a unos hombres demasiado rudos. Ellos le habían entregado mercancía a Bill para venderla, y yo lo había estado ayudando desde entonces, por lo que los hombres se enteraron y debemos reponer el dinero sea como sea. No nos consumimos la mercancía, solo que no se ha estado vendiendo como se debe.

Mi pecoso amigo sacó de los bolsillo una cajetilla de cigarrillos, tomó uno, la devolvió y lo encendió con nerviosismo.

—Esto va a resolverse, Bill.

Me acerqué a él, y froté su brazo con mi mano para que sintiera más calma. Bill pocas veces caía en la ansiedad, pero ésta vez comenzaba a sentirse ansioso. Su rostro se torno rojo, y apretaba sus ojos con su dedo pulgar y anular, sin soltar el cigarrillo. Luego, dió una calada con un mínimo temblor que pude percibir.

—Estaremos bien. Este fin de semana tendremos todo ese dinero. Lo prometo.

Bill asintió y seguimos el camino a mi casa para entregarle el dinero.

El día que la luna bajó a la tierra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora