¿Que mierda había hecho?
¿Que mierda me pasaba?
¿Que mierda me había llevado a hacer eso?
Esas eran las únicas preguntas que me repetía en mi interior para asegurarme de que no me estaba volviendo loca, o a lo mejor sí.
Eros había aceptado mi solicitud y ahora no tenía escapatoria. No quería ni imaginar lo que debía pensar de mí.
No teníamos amigos en común, ni siquiera publicaciones o algo lo cual yo pudiera usar de excusa. No. La tonta e idiota de Moira tenía que meter la pata justo como ella sabía hacerlo.
Luego de un rato de negación, pasé a mi fase de aceptación. Tenía que aceptar lo que había hecho y las consecuencias que traía con ello, cómo lo era el que justo luego de un rato Eros había mandado un mensaje al privado.
Mi corazón dió un vuelco y casi muero con ello. No esperaba eso, no esperaba que él diera un paso hacía mí, pero no podía parecer desesperada, debía hacerlo esperar un poco.
Aunque también, pensaba en mí, y en lo tonta que me veía. Eros y yo, podía decirse que nos llevabamos bien, y quizás yo lo veía de una manera muy diferente a como él me miraría a mí.
Eros: No pensé que usaras Facebook.
Las puntas de mis dedos cosquillearon de una manera única, dejándome un poco inmóvil por su mensaje. No tenía idea de lo poco sociable que llegaba a parecer, pero lo cierto era que no le veía mucho sentido a ello. Las redes sociales no eran lo mío, y eso lo notaba mucha gente. Al cabo de unos minutos de pensarlo muy bien, decidí responderle.
Yo: No lo hago. Hice una excepción esta vez xd.
Segundo tras segundo mis nervios seguían aumentando, y un escribiendo aparecía en pantalla.
Eros: Entiendo.
Comencé a sentir que no tenía un tema de conversación, y observaba con detalle el último mensaje sin saber que responder. Era muy difícil para mí esto de la comunicación.
Recibí otra notificación de su mensaje justo al salirme de messenger, así que lo abrí de inmediato.
Eros: Que tal estás? Digo, sé que nos vimos hoy, pero es bueno preguntar.
Yo: La verdad no tan bien. Fue un día duro.
Y sí que lo había sido. Bill me había dejado pensando muchas cosas, y en otras solo no podía pensar. Mi cabeza daba vueltas de solo recordar su rostro cansado y su aspecto más descuidado de lo normal. Yo quería a Bill, y todo lo que habíamos vivido juntos era algo que no cambiaría por anda en el mundo.
Eros: Oh, entiendo.
Eros: Si quieres podrías darme tu número, y yo podría llamarte y alegrar tu día.
Mi mente voló por los aires y sentí un cosquilleo extraño en mi estómago. No me esperaba esto, no esperaba que él se convirtiera en alguien tan cercano a mí y eso yo lo disfrutara. Era extraño, pero me agradaba en lo absoluto.
Procedí a anotar mi número como una confirmación, y luego lo envié, con mis nervios a flor de piel. Esperé con impaciencia su respuesta, pero solo me había dejado en visto. Supuse que Eros no llamaría justo ahora, y que tampoco podía sentarme a esperarlo. Entonces revisé entre los bolsillos de mi pantalón en busca de un cigarrillo y encendedores.
Ya no tenía provisiones de marihuana desde que Bill se había metido en aprietos con esos tipos raros. Tampoco podía decirle que me consiguiera sabiendo lo mal que la estaba pasando. Es por eso que solo encendí un cigarrillo e inhalé el humo en busca de tranquilidad y paciencia.
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El día que la luna bajó a la tierra ©
Teen FictionMoira Spellman es una chica completamente descolocada de todas sus emociones y sentimientos. Buscando alguna forma de desahogo y hundiéndose cada día más en su miseria, hasta que algo cambia en su historia. Ella recorre un viaje que hará cambiar tod...