Capítulo XXXI Celos

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Albert~

—¿Sucede algo? —vuelve a preguntar el hombre desconocido para mí—. ¿Silvia se encuentra bien?

En cuanto el hombre este menciona el nombre de mi hija, me pongo alerta.

—No sucede nada que no tenga que suceder tarde o temprano —le responde Karen.

—¿Por qué menciona a Silvia? —cuestiono.

Por instinto me paro y observo al tipo. Karen hace lo mismo y se coloca a la par nuestra.

—Soy el doctor Emerson Clark, quien ayudo a Silvia a venir al mundo —dice el tipo presentándose—. ¿Y usted es…?

—Soy William Albert Andly, el padre de Silvia —respondo y al doctor no logra disimular su sorpresa cuando mencione sobre mi paternidad.

—Perdón yo pensé que el padre de Silvia no fuera a… —El doctor ya no termina lo que estaba diciendo—. Bueno no importa.

—Comprendo. Lo más normal es que los padres sepan desde el principio sobre la existencia de sus hijo, pero mi caso. Ya ve es bastante complicado —le digo al doctor aunque en realidad a quién observo y le doy una mirada llena de reproche es a Karen.

—Emerson me ha ayudado mucho. Él ha estado presente en todo el embarazo —dice Karen agarrando el brazo del doctor.

Me dan ganas de separarla de él. Y al doctor tirarlo de una de las torres de seguridad del castillo. Pero por más ganas tentación que tenga, logro controlarme.

—Vuelvo a repetir, yo no sabía, pero desde el momento en que me enteré no dude en dejarlo todo y venir a Londres junto a mi hija —respondo. El doctor me da una mirada llena de orgullo mientras Karen de enojo.

—Hace bien. Los hijos son lo más preciado que el destino nos puede dar.

—Sí, claro. El señor Andley hizo un gran sacrificio dejando todo. ¡TODO! Para venir a Londres, luego al castillo, pelar con el hijo del duque, y golpearme a mí en el acto. Hacer de las suyas y ponerle su imponente apellido a mi hija, y todo le salió bien al; “señor sacrificios” —Karen le da toda una reseña al doctor con su sarcasmo y su ironía que la hace tan única.

Pero me consuela que me haya puesto un apodo. Eso significa o que sigo siendo alguien importante para ella o me odia a morir.

—¿Te han golpeado, Karen? —cuestiona el doctor inspeccionando a Karen.

—Lamento lo del golpe, pero para indulgencia mía, tú no debiste, no debes de meterte entre dos hombres que pelean a puños —indico. Cuando la vi desmayada rápidamente la tome en brazos y la coloqué en su cama para reanimarla.

Por supuesto eso a Terrence no le gusto nada y volvimos a intentar golpearnos. Pero llego el duque y junto a sus guardias lograron separarnos por completo.

—Y fue Terrence el que te golpeó, no yo.

—Sí, por supuesto. Y Terrence dice que fuiste tú —dice reprochándome. Si antes me odiaba no quiero ni imaginarme lo que siente por mí ahora.

—Creo que ustedes dos tienen mucho de que hablar —menciona Emerson Clark—. Con permiso.

—¡De ninguna manera! —vociferamos los dos al unísono y nos vemos por la sorpresa.

—El que se va soy yo —sentencio—. Solo vine a decirle a Karen que mi única propuesta para que esto se resuelva. Es que mi hija pase los días conmigo de 7 de la mañana a 5 de la tarde, luego ya es toda tuya.

Los ojos de Karen se agrandan no sé si por sorpresa o enojo.

—Es mi única propuesta y se hará sí o sí —digo—. Ahora te dejo ya que veo que tienes mucho que hablar con tu… “ hombre de mucha ayuda"

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora