Capítulo II ¿Un admirador?

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Karen~

—Mucho gusto señorita Kleiss —dice el hombre rubio.

—¿Qué? ¿Cómo diablos sabe mi nombre? —le pregunto luego de que la conmoción por su físico se me pasa.

—¡Vaya, no pensé que la estrella de Broadway se enojaría con un admirador! —habla, y me tranquilizo.
Un admirador, se trata de un admirador. Por un momento pensé que era un acosador. Uno de esos hombres casados que se admiran de mí y hacen hasta lo imposible por acercárseme.

—Perdón, señor… —hago un pausa a mi disculpa al no saber el nombre de este hombre guapo.

—Albert, puedes llamarme Albert y no me digas señor que me haces sentir viejo —dice y me río.

—¿Lo hago sentir viejo? Vamos a ver —digo y hago como si lo estuviera inspeccionando—. Es que usted ya está viejo —miento, el tipo, se ve como un treintañero, en realidad no está tan grande—. ¿Tendrá acaso unos 40 o 45 años? —lo molesto y él se ríe.

—Para nada, señorita Kleiss —responde y ahora es él, el que me inspecciona a mí—. Tengo 29 años. Y por lo que veo usted tiene. Mmm…. 21 años al igual que el novio.

¡Ha adivinado mi edad!

—¿En verdad eres un admirador? —cuestiono—. Parece que sabes mucho de mí.

—No se preocupes que todo lo que sé de ti, se lo he preguntado a Terry.

—¿Terry? ¿Eres amigo del amargado… digo, Terry?

—Sí, torbellino —afirma. Con lo que ha dicho me ha quedado más claro que este hombre si es amigo de Terry.

Sé que Terry le contaría a quién de verdad le tiene confianza sobre nuestros apodos.

—Perfecto, puedes llamarme Karen —le digo sonriendo mientras le doy mi mano para que la bese—. Mucho gusto, Albert —le digo cuando toma mi mano y la besa.

Yo me vuelvo a sentar en la banca y saco otro cigarro. No es que fume a diario solo cuando de verdad estoy muy aburrida y hoy es uno se esos días.

—¿Puedo? —pregunta Albert y yo asiento—. ¿Sabes? Nunca había conocido a una mujer que fumara tanto.

—Y yo a un hombre que se impresionará por eso —contrataco y le ofrezco un cigarro.

—No gracias, yo paso —dice rechazándolo con educación y amabilidad—. Así que tú eres la famosa Julieta —afirma luego de un rato de estar en silencio.

—Así es —respondo orgullosa—, es mi primer papel y mi primer protagónico. Creo que no podría estar más orgullosa de mí misma. Claro, el éxito de la obra también se la debo a los directores y por supuesto a Terry que me ha enseñado muchas cosas, él es el mejor compañero con el que pude compartir el protagónico. Aunque la presa jura que entre nosotros hay algo más que química actoral.

—Debes tener cuidado con Candy —advierte Albert—, ella es demasiado celosa y un día te puede arrancar los ojos.

Una carcajada sale de mi boca al oír esa advertencia tan acertada sobre mi amiga.

—¿La conoces? —pregunto cuando termino de reír.

—Tan bien, como a Terry -responde viéndome—. Los dos están hechos el uno para el otro que aunque mil personas se hubieran interpuesto a su amor, ellos lucharían y ganarían. 

—¿Lo dices por lo de Susana? —pregunto y él asiente. Si antes tenía dudad sobre si este hombre dice la verdad ahora ya no—. Por poco y esa chantajista se queda con Terrence —recuerdo ese día y una mezcla de coraje y diversión se instala en mi ser—. Ese día tuve que darle como cinco bofetadas a Terry para que reaccionara y fuera a buscar a Candice a la estación del tren e impedir que se fuera —cuando relato eso miro mis manos—. Pobrecillas, pararon rojas de tantas bofetadas.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora