Capítulo XXXIII El perdón

183 31 5
                                    

Karen~

Albert me mira con mucha confusión en sus ojos, creo que ni se a de imaginar de lo que me acabo de enterar, así como yo tampoco me imagine por lo que estaba pasando.

—Esto por no impedir que me fuera de tu lado —digo dándole otra bofetada—. Esto por no luchar contra tu tía, porque estoy segura que hubiéramos encontrado una solución juntos sin necesidad de separarnos.

No responde y se deja pegar, me duele sí. Pero me va a doler más no sacar todo mi coraje de alguna manera.

—Esto por dejarme sola en el embarazo, que aunque no lo creas fue el momento en el que más te necesite —otra bofetada más y el recuerdo de las cinco bofetadas que le di a Terry aparece en mí—. Y esto por no decirme por lo que pasaste cuando nos reencontramos.

Las mejillas de Albert se vuelven rojizas al igual que la palma de mi mano por todas las bofetadas que le di.

—¿Por qué pensaste que volvería contigo solo por gratitud y no por el amor que siento por ti? —cuestiono acercándome a él—. ¿Por qué hiciste de cuenta que yo era un monstruo insensible que no iba a entender?

Mis manos se convierten en puños los cuales lo golpean varías veces en su pecho mientras lloro.

—Si hubieras sido sincero nos hubiéramos ahorrado mucho dolor, lagrimas y sufrimiento —digo sin dejar de golpearlo hasta que Albert me agarra ambas muñecas para que deje de lastimarlo.

—Perdóname —pide y soy consciente  que él también está llorando—. Por favor perdóname.

No sé si es él o soy yo, pero juraría que hemos sido los dos quienes dimos el primer paso para abrazarnos.

Abrazarnos como debimos de haberlo hecho el dos de febrero luego de nuestra boda o cuando Silvia nació.

Siento la necesidad que hay en su cuerpo, pero sobre todo en su alma. Es tanta la necesidad que ambos tenemos al sentir el cuerpo del uno del otro, que estoy segura que podríamos pasar mucho tiempo así.

—No quería que mi tía te arrancará todo lo que es importante para ti —expresa después del abrazo.

Coloca ambas manos en mis mejillas y yo enredo mis brazos en su cuello.

—Tu dignidad, tu carrera, pero sobre todo no quería que te matará —dice. Ahora entiendo, porque ni siquiera intento pedirme perdón por lo que supuestamente hizo, si no hasta ahora.

—Nada de eso importa. Para ese entonces solo me importaba estar contigo y nada más —vuelvo a repetir lo que le vengo diciendo a él y a mí misma desde aquel día.

—Entiéndeme Karen. Y te ruego que si puedes ponte en mi lugar. ¿Qué hubieras hecho si hubiera sido a ti quien te obligarán a separarte de mí, para que no me fueran a matar? ¿No harías lo mismo?

—No —digo bruscamente. Me suelto de su agarre y me alejo un poco de él—. Yo hubiera buscado la manera de resolver el problema, pero junto. ¿Lo oyes? ¡Juntos!

El nudo de la garganta que sentí hace rato, vuelve, pero hago todo lo posible para que se desaparezca de mi ser.

—¿Por qué no me propusiste que huyéramos juntos? —cuestiono—. Si me hubieras explicado por todo lo que habías pasado te hubiera comprendido, pero sobre todo me hubiera ido junto a ti a cualquier lado del mundo sin importar si tenías dinero o no. Además…

—¡Por cobarde! —exclama Albert interrumpiendo mi reclamo—. Porque le tenía miedo a mi tía. Terror que ella nos encontrará en cualquier rincón del mundo y cumpliera con sus amenazas acabando todo.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora