Capítulo IV Cena

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Karen ~

-Lo siento si antes no me presenté bien -se disculpa Albert.

-Aja -digo aun anonada por lo que ha pasado.

Él sabía que lo estaba insultando en su propia cara, no solo a él, si no también a su tía. Está bien, me siento ofendida, pero a la vez divertida por la situación.

No sé que hacer ni como reaccionar ante esto, pero creo que le seguiré el juego y ya después averiguaré que se trae.

-Es decir. No sabia que tu padre y tu suegro fuera un hombre tan simpático -digo para componer mi error.

-Y yo no sabía que su amiga fuera tan divertida e interesante -dice él.
-¡Hay que maravilla, ustedes se llevan genial! -exclama Candy.

-Sabia que de algun modo se llevarían de perlas ustedes dos -dice Terry mientras nos mira.

-Tú si que sabes -contesto.

Eleanor interrumpe a los novios para pedir que partan el pastel, y un señor de cabello negro se lleva a Albert lejos de mí.

Terry y Candy parten el pastel de bodas, los meseros los reparten entre los invitados y luego llega el momento más esperado para las jóvenes solteras: el lanzamiento del ramo.
A mí no me interesa nada de eso, por lo que decido quedarme sentada mientras observo a más de 50 jovencitas solteras ansiosas porque les caiga el ramo a ellas.

Juró que no sé si el destino o Candy, más que es ella la que hace que su bello ramo de rosas blancas y girasoles vaya a dar justamente a mis manos.

Oigo como muchas señoritas se quejan y protestan por que el ramo me haya caído a mí en vez de ellas.
Alzo mi mirada para hacerle saber a Candy lo enojada que estoy, pero en vez de encontrarme con la mirada verde de mi amiga, me encuentro con los ojos de Albert.

Me está viendo, y yo como si fuera una chiquilla a la cual su pretendiente le está dando atención, bajo la mirada y me ruborizo.

Los novios se despiden y se van de luna de miel. Es una suerte que Robert le haya dado permiso a Terry para que falte tres semanas, ya que como Romeo y Julieta están en apogeo y parte de su éxito es a la actuación del castaño, dejarlo ir significaría una gran pérdida de dinero para su compañía.

Salgo de la fiesta asegurándome de que nadie me vea. Es gracioso, pero por primera vez en años estoy huyendo de alguien, para ser más específica, estoy huyendo de Albert.

Doy gracias al cielo cuando por fin pongo un pie en mi apartamento, este lugarcito que es mío y donde de verdad me siento resguardada de cualquiera que me pueda hacer daño.
Me quito los zapatos y me tiro a la cama.

Debí de haberme quedado en la fiesta y no salir huyendo como si fuera una criminal. ¿Por qué hice eso?
No sé, bueno si lo sé, pero no quiero aceptarlo.

Albert, Albert fue el que me dio "miedo", no es como si tuviera miedo de que el patriarca de los Andley se me fuera ir encima por la ofensa que le hice.

Pero realmente no me sentía cómoda con él. Siempre he dicho lo que pienso sin importar herir el orgullo de la otra persona. Tampoco es que me arrepienta de haberle dicho mi opinión sobre su persona a William Albert Andly, pero si se me va hacer muy difícil volverlo a ver a la cara luego de lo sucedido.

Y eso es una lástima, porque significa que tendré que alejarme de mis amigos. Al ser él, el padre de Candy es clara señal de que estará mucho tiempo conviviendo con Terry y Candy, pero en la medida de lo posible lo evitaré.

-Conservaré por siempre estas flores -digo viendo el ramo-, y así cada vez que las vea recordaré el alocado día que he tenido hoy.

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Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora