Capítulo XXI Dos de febrero

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Albert~

Han pasado cinco días desde que Terry me dio la golpiza de mi vida. Terry el mismo hombre que muchas veces me dijo “hermano" y de cuál el cariño es mutuo, o por lo menos aún lo sigue siendo de mi parte.

Mi mejor amigo estuvo a punto de matarme a golpes hace cinco días, y de no haber sido por su padre, Richard Grandchester, George y mi primo Bruce, hubiera logrado su cometido. Y yo le estaría agradecido desde lo que hay después de esta vida.

Han pasado cinco días donde he tenido quee sobrevivir, porque mi vida y mi alegría se me ha sido arrancado.

He pasado cinco días en aislamiento total a los únicos que he dejado entrar a verme es a Bruce y a tía Lorna. Quien muy amablemente se ha ofrecido a cuidar de mí.

A ella es a quién le he pedido que no deje pasar a mi cuarto por nada del mundo a tía Elroy y a mi, “esposa"
Me dan nauseas de solo pensar que ella es mi esposa, que tendré que presentarla ante toda mi familia como mi mujer, cuando el matrimonio por la iglesia solo es una ilusión, y el matrimonio por las leyes solo fue un engaño.

Bruce me ha contado, que la tía y padre de Tamara se han instalado en esta casa con total aprobación de mi tía.

Claro, eso es lo que ella siempre quiso, que mi familia política fuera de lo más agradable y simpática para ella.

No me he opuesto, ya que en este momento me da igual si el mundo se acaba y todos se mueren, total yo ya estoy muerto y mi mundo se ha acabado.

—¡Albert! —la vocecita de Candy hace que quite la mirada de la ventana y le ponga atención a ella.

No sé que está haciendo aquí, ya que ordene que a ninguno que se apellide Grandchester dejarán entrar aquí.

—¿Qué haces aquí, Candice? ––le pregunto sin ánimo alguno de que sea solo una visita cordial de que se trate.

—Yo la he traído —anuncia George apareciendo en mi cuarto—. Candy tiene algo muy importante que decirte.

—El sábado dos de febrero Karen se irá a Inglaterra —anuncia Candy antes de decirle que lo que tiene que decirme no me interesa en lo absoluto
Pero hubiera sido un error, ya que lo que acaba de decir si que me interesa.

—Mis suegros la han convencido para que se vaya con ellos a Londres y es muy probable que nunca más vuelva a poner un pie en suelo estadounidense —asegura Candy.

—¿Has dicho sábado dos de febrero? —cuestiono.

—Así es, se ira junto a ellos en el Luisitania —responde Candy.

El sábado dos de febrero, se suponía que era el día de nuestra boda, el día más feliz para los dos. Sin embargo ahora mi Karen se ira de este país posiblemente para nunca más volver el mismo día en que uniríamos nuestras vidas para siempre.

—Es lo mejor —respondo luego de unos minutos de pensar—. Lo mejor para ella y para mí. En Londres Karen podrá reiniciar su vida como ella quiera.

Miro a George y Candy quienes tienen una expresión llena de incredulidad por mi respuesta.

Lo normal era que reaccionara de una manera diferente. Que dijera decenas de formas distintas en las que impediría que Karen se fuera de mi lado. 

Y estaba tentado en hacerlo, pero la promesa y que la vida y la reputación de Karen dependen de mí hacen que me quede sin ganas de luchar.

Completamente seguro de mi decisión, ya que en estos días que he estado en cama, he pensado en posibles alternativas para no cumplir este trato y la única más o menos factible es la de tomar a Karen y huir a un país donde nadie nos conozca y empezar desde cero.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora